Ahorre 10% en su primera compra! Adquiera nuestros libros con 10% de descuento!

Surgimiento de una organización juvenil revolucionaria en el último cuarto del siglo XIX: el proyecto liberal de Eugenio Deschamps

Por: Alejandro Paulino Ramos

(Discurso de ingreso a la Academia Dominicana de la Historia, 2022)

Informaciones y documentos acerca de Eugenio Deschamps

Desde 1973, cuando apenas iniciaba mis estudios en la Licenciatura de Historia,  también laboraba en la Biblioteca Central de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, lo que nos permitió conocer la obra de Harry Hoetink titulada “El Pueblo Dominicano”. Fue en ese libro, publicado en 1971, en el que por primera vez tuve referencia de que en el período de nuestra historia comprendido entre 1880 y 1886, existió un núcleo, que citando a Gregorio Luperón en una carta enviada a un ex presidente, estaba formado, cito, por “muchachitos que no tienen historia”. Posteriormente, en 1997, tuve la oportunidad de leer en el suplemento del periódico Hoy, los ensayos del doctor Roberto Cassá sobre Eugenio Deschampos y el liberalismo dominicano,[1] en los que encontramos la definitiva motivación para abordar la formación del referido proyecto partidario apoyándonos, principalmente, en los documentos y periódicos contenidos en la “Colección Deschamps” del Archivo General de la Nación, colección que contiene parte de la documentación  revisada para la preparación de este discurso.  (Fragmento de la introducción del discurso de Alejandro Paulino Ramos en la Academia Dominicana de la Historia, que a continuación copiamos de manera integra). 

Auge del liberalismo en República Dominicana

Alejandro Paulino Ramos (autor): Abordar la formación del pensamiento liberal de Eugenio Deschamps, quien nació en Santiago de los Caballeros en 1861 y procedió a impulsar la formación de su partido liberal en 1883, con apenas veintidós años de edad, nos obliga a referirnos de manera breve a las ideas políticas vigentes en algunas naciones europeas y latinoamericanas desde finales del siglo XVIII y a lo largo del siglo XIX, vinculadas a las luchas ciudadanas, la independencia y soberanía de los pueblos, así como a  la formación de los Estados democráticos, la libertad  de cultos y la libertad política, y por igual a la libertad de pensamiento, de imprenta, y de asociación, fundamentos de los movimientos sociales  que reclamaban la igualdad en los derechos jurídicos, impulsando además el progreso económico y político de los pueblos.

En el caso latinoamericano, como lo refiere el salvadoreño Mario Pozas en uno de sus escritos, “el liberalismo se configuró en la región, como una corriente aglutinadora que sentó las bases e inspiró, en un primer momento, a los movimientos independentistas y, posteriormente, a los programas y teorías que sirvieron para la instauración y consolidación de los gobiernos, y catapultó a las sociedades latinoamericanas al sistema económico mundial, basado en la libre empresa,  la instauración de instituciones republicanas, constitucionales y representativas,[2] las que en República Dominicana—apuntamos nosotros—, apenas  comenzaban a ser visualizadas de manera concreta en el último cuarto del siglo XIX. Sin embargo, en nuestro país, como bien lo apunta la historiadora Adriana Mu-kien Sang Ben, las condiciones eran muy diferentes a las de Europa,[3]lo que daba inconsistencia al discurso de los seguidores del pensamiento liberal.

En el marco de las condiciones coloniales en las que España mantuvo a Santo Domingo durante trescientos años, y la tímida presencia  de esas ideas en la constitución de Cádiz de 1812 y en la Independencia Efímera de José Núñez de Cáceres en 1821, expresadas posteriormente a través de la fundación de La Trinitaria y en el proceso independentista encabezado por Juan Pablo Duarte; ideas que fueron obstruidas además por la ocupación haitiana y posteriormente por los gobiernos conservadores vigentes durante la Primera República, resultaba alto difícil la instauración de instituciones liberales impulsadas desde gobiernos democráticos.[4]

Bajo esas condiciones, la República estuvo marcada por el atraso económico pre capitalista, en una sociedad en la que predominaban  regímenes despóticos, que si bien imposibilitaron la instauración de gobiernos democráticos, no impidieron un relativo avance de los sectores liberales, principalmente en  la región del Cibao; avance que fue expresado en la revolución cibaeña de 1857 y en la constitución liberal de Moca de 1858. Sin embargo, tal y como lo anota la historiadora Mukien Sang Ben, fueron los conservadores anexionistas los que mantuvieron el dominio de la vida política dominicana.[5] Por esas razones, entendemos que en la génesis del pensamiento liberal dominicano, no podemos dejar de resaltar los proyectos dirigidos por los líderes que encabezaron las luchas políticas en la región cibaeña.

Por otro lado, aunque eclipsada la República por el corto período anexionista a partir de 1861,  finalizada la guerra restauradora se percibió un nuevo impulso del pensamiento liberal que integró a muchos de los que antes se destacaron en la guerra patria, lo que también reactivó el enfrentamiento entre el conservadurismo anti democrático y antinacional representado por Buenaventura Báez y el liderazgo liberal que se agrupaba en torno al Partido Azul bajo la protección de Gregorio Luperón y de otros liberales miembros de esa organización.

En 1879, gobernando Gregorio Luperón de manera provisional—después del experimentó de gobierno liberal de Ulises Francisco Espaillat en 1876—quedó  restablecida la Constitución de Moca de 1858, a la que se introdujeron reformas  liberales en 1882. Apoyado en estas,  se impuso de manera concreta el voto universal; iniciaron los períodos de gobierno de dos años, y se abrió el país a la inmigración, al progreso industrial y a la inversión extranjera; pero también se fortalecieron prácticas dictatoriales y corruptas  en la administración pública, y tuvo origen temprano el proceso que llevó a la dependencia en relación a los intereses norteamericanos, la que muy pronto se convirtió en un revés para el avance independiente de nuestra economía y de las ideas democráticas.

Conservadores y liberales en la política dominicana

A mediados de los años setenta, motivado por el empuje partidario de los azules y un visible deterioro de los rojos, fue notario el enfrentamiento de liberales y conservadores; sin embargo, la existencia de un partido de principios como el que predicaba Eugenio Deschamps, solo fue posible a partir de los primeros años de la década de los ochenta cuando ya los verdes habían desaparecidos y los rojos estaban en desbandadas producto de la perdida de la influencia de Buenaventura Báez, que era su figura aglutinante. De modos, que el proyecto de partido liberal encabezado por Eugenio Deschamps comenzó a gestarse como contraparte del partido azul, que desde 1879 se había establecido como la fuerza gobernante. Como veremos más adelante, los jóvenes liberales cibaeños concentraron todo su esfuerzo en la critica a los azules en su afán por desplazarlos del poder a través de la lucha cívica primero, y posteriormente aunque de manera coyuntural, a través de la lucha armada.

Es en el marco del enfrentamiento entre rojos y azules, principalmente,  que Eugenio Deschamps encontró espacio  favorable a sus predicas para impulsar su proyecto que se identificaba como el “partido del porvenir”, que fue la organización en formación, centrada en la región del Cibao y que llegó a promoverse a través de periódicos locales, como el verdadero partido democrático y liberal de la Republica Dominicana.[6] Y no resultará extraño que fuera en la región cibaeña y específicamente  en la ciudad de Santiago de los Caballeros, la localidad en la que Eugenio Deschamps y el conjunto de jóvenes con los que compartió sueños y propósitos libertarios, donde surgiera primero el interés de formar ese partido, negador de las desviaciones políticas de los azules y dispuesta a enrumbar el país por el sendero de la libertad, el progreso y la democracia.

Deschamps como discípulo de Espaillat

Ese joven, señalada por el doctor Roberto Cassá como “el tribuno del pueblo”, nació en  Santiago de los Caballeros en 1861. Se destacó temprano en la lucha política, en la oratoria, y en la prensa fundando a la corta edad de 22 años los periódicos El Derecho, La Alborada y La Republica, considerado este último como “la más alta tribuna de la libertad por los años 83, 84 y 85”, uno de los más importantes del Santiago de entonces, “tribuna de un grupo de jóvenes de la misma orientación, y entre los cuales figuraba” Deschamps como “eje espiritual”,[7] que se autodefinía como seguidor de los principios democráticos de Ulises Francisco Espaillat.

Integrado a todas las actividades sociales y culturales que tenían lugar en Santiago de los Caballeros y en lugares distantes como Moca, La Vega y Puerto Plata, Deschamps aparece formando parte de diversas agrupaciones literarias y culturales, en las que tenía marcada influencia.  Su activismo y entrega como gestor político-cultural, hizo que Hostos lo tuviera como un hombre valeroso en el camino de la  regeneración de la sociedad,[8] que trascendió influenciando a una parte importante de la juventud pensante de la región cibaeña, lo que, en los años ochenta, debió de llamar la atención del partido azul gobernante.[9]

Liberales acusados de socialistas y comunistas

Tal vez por esa razón, fue que Gregorio Luperón, preocupado por los ataques de ese sector a su figura política, sindicó a los jóvenes liberales cibaeños que estaban bajo el influjo de las ideas políticas de Eugenio Deschamps, acusándolos de “socialistas”, “anarquistas”, “comunistas, y  “visionarios” que pululaban “en toda la República, predicando en sus hojas doctrinas desmoralizadoras y la guerra social”, que odiaban el militarismo, “no quieren fortificaciones ni cañones”, y que “falta de experiencia”, –decía    Luperón-amenazan “con su fecunda y delirante fantasía”[10]. Deschamps, desde su periódico La República rechazó los calificativos del líder azul y como respuesta aprovechó para, en representación de los que  entendía sus seguidores, autoproclamarse “ardientes demócratas”, defensores de las libertades constitucionales y las leyes, del respeto a la opinión ajena, del derecho y de las ideas y pensamientos nobles; además, de seguidor de “los benditos principios democráticos que hacen a los hombres y a los  pueblos dignos, respetables y felices”.  Por igual, “enemigos de los gobiernos tiránicos, autoritarios y corruptos”.[11]

En ocasión de la clausura de su periódico La Alborada, a principios de agosto de 1883, Deschamps explicó las razones del cierre escribiendo que procedía a abandonar la lucha a través de la prensa, pero que siendo muy joven decía tener “arraigadas convicciones”; que era “ardiente revolucionario”, con aspiraciones de que el pueblo viviera una nueva era de paz y progreso. Apuntando además, que a él  solo lo motivaba el interés en las “sacrosantas luchas de las ideas”, aborreciendo la lucha armada y considerando que solo la prensa era el único medio idóneo para proyectar sus ideas.[12]. Estas palabras se pueden entender como el anuncio temprano de lo que el joven liberal se proponía impulsar.[13]

Semanas después de la clausura del proyecto periodístico, procedió a fundar un nuevo medio de prensa con el nombre de “La República” que circuló  a partir de 1883. Sí bien este  no fue vocero de su propuesta partidaria, que tuvo origen paralelo en el tiempo a esa publicación, en lo fundamental su  contenido guardaba estrecho vínculo con el referido propósito.  La República dejó de aparecer a partir de junio de 1885, debido a la represión política desatada desde el gobierno de Alejandro Woss y Gil, cómplice de Lilís que actuó contra Deschamps bajo su mandato, acusándolo de difamación e injuria; situación que lo obligó a tener que abandonar el país para evitar ser apresado. Fue en ese medio, finalizando noviembre de 1883, en el que Deschamps dio a conocer los planes para la formación de la agrupación a la que llamó “el Partido del Porvenir”, lo que informó en una nota que título “Nuestro ideal” y en la que describió lo que para él era todavía una idea, un sueño que afloraba en su mente juvenil”.[14]  

Deschamps alejándose de los partidos caudillistas

En esa misma edición, Deschamps trazó una línea de demarcación entre los partidos tradicionales existentes y su intención de constituir un partido nuevo basado en los principios democráticos, lo que anunció con las siguientes palabras: “¡No somos rojos o baecistas; tampoco somos azules o triunviros. (…); no somos rojos, decimos; tampoco somos azules; los unos y los otros han contribuido a hacer jirones el estandarte de la patria; somos… ¿Qué somos entonces? ¿A qué bando pertenecemos, nosotros que tanto nos afanamos por la felicidad y la gloria de este pueblo querido; nosotros, que diéramos toda nuestra sangre si fuera ella capaz de fecundizar sin dolores ni catástrofes la libertad en esta patria adorada? ¿Se puede acaso trabajar por el engrandecimiento y la civilización, aisladamente, sin formar parte de un núcleo donde estén aunados los esfuerzos y las aspiraciones de los buenos? ¿Qué somos entonces? He aquí la respuesta. ¡Pertenecemos al gran partido del porvenir!…¿Cuál es el gran partido del porvenir, nos preguntáis? ¡No asoma su colosal figura todavía; soñamos sin cesar, con él; nuestra imaginación lo contempla envuelto entre los rayos de la gloria; solo se destaca en el horizonte vagamente el perfil grandioso de su rostro! ¡Es el partido de la libertad, el partido de los principios, el partido de la ley! Elevará un altar, no para colocar en él a insensatos generales, que serán raros entonces; no para ir allí a inspirarse en mezquinas odiosidades ni a prometer a los dioses sus intereses y su sangre en cambio de oro y poder, ¡no, jamás! ¡Elevará un altar, y será el dios la Democracia, pero la Democracia limpia y pura, libre de todo adulterio, en cuyas sacrosantas aras iremos a quemar el incienso generoso de la armonía, de la paz y del amor!”[15]

El partido así esbozado apuntaba a la formación de un eje político normado por los principios, que aniquilara las prácticas caudillistas y clientelistas, alejado de las revueltas insustanciales y del irrespeto a la constitución y las leyes,  que dignificando al individuo tuviera la fortaleza para engrandecer “al pueblo proclamándole solemnemente soberano”. Una agrupación con una militancia integrada, escribió Deschamps,  por  los hombres que no se habían manchado con la corrupción, que tuvieran, citamos  “ las manos limpias, (…), ¡Después, los rojos buenos y los azules sin mancha, engrosarán sus líneas y emprenderá entonces el trabajo de regenerar a los que vivieron siempre (…) del vicio! ¡Allí, no habrá crimen, porque cualquiera de sus miembros, desde el primer jefe hasta el último soldado, que manche el paño de su honra, será sin embozo castigado; no habrá farsas: (…). ¡Ese partido, casi divino, es nuestro partido; ese es el espléndido ideal con que sin cesar soñamos; y ese debe ser el partido y el ideal de todos los buenos, de todos los patriotas”.[16]

La intención de formar  el partido liberal

Esa proclama dada a conocer,  anunciando que se proponía la formación de una nueva organización política con las finalidades señaladas,  incitó, primero a las críticas y a las burlas. Meses después,  cuando se vio que los planes tenían motivos y que avanzaban a convertirse en realidad, entonces desde sectores del gobierno azul se procedió  a  la persecución política. Igual pasaba con sectores azules no gubernamentales y con personas consideras como liberales, quienes restaban calidad a Deschamps para darle vida al referido proyecto. Por igual, otros críticos desde el litoral azul,  comenzaron a burlarse de los que fueron formando el partido liberal, señalándolos con el sobrenombre de “Los del Porvenir”; motivo suficiente para que Deschamps respondiera, diciéndoles que se acogía con orgullo a esa definición de “los del porvenir”, pues con ella se referían,  aunque “en son burlesco, bautizándonos así con el título más digno a que puede aspirarse en estos tiempos. Del porvenir, es decir, liberales, doctrinarios, hombres que quieren el bien por el camino de la ley”.[17] 

La tarea que Deschamps tenía por delante en la formación de la agrupación era ardua; pero mucho más difícil a la hora de elaborar estrategias, que en lo fundamental posibilitaran que su partido lograra asumir la rienda del Estado para gobernar con un programa de gobierno basado en ideas democráticas. Esos propósitos hacían que en el centro de sus objetivos  estuviera el enfrentamiento directo con el partido azul de gobierno, debido, entre otros aspectos, al entendimiento de que ya no existían los verdes mientras que los rojos de Buenaventura Báez, fallecido su caudillo, estaban desapareciendo, perdiendo influencia política y social, lo que hacía que muchos de sus partidarios pasaran a engrosar la fila del partido de Gregorio Luperón, pero como parte de una estrategia que buscaba entre los rojos el fortalecimiento del sector “lilisista” dentro de ese partido.

Partiendo de un relativo conocimiento de la situación política del período de los gobiernos azules, Deschamps entendía que de la única manera en que podría abrirse paso hasta alcanzar la dirección del gobierno, ensanchando el camino hacia el poder, era a partir de la táctica política que buscaba unificar lo civil con lo militar, como una forma  de hermanarlos y de que los segundos no se convirtieran en un obstáculo para el fin propuesto. Aunque esos planteamientos parecían no concordar con la estrategia definida de implantar la democracia, sustentada en los principios y no en la fuerza de los generales, Deschamps defendía su posición explicando las razones que lo llevaban, en la coyuntura en la que hacia sus planteamientos, a preferir un presidente que no fuera “enteramente civil”.  Lo que explicaba con los siguientes planteamientos: citamos.

“Y téngase en cuenta—decía el tribuno—que  odiamos con todas nuestras fuerzas las administraciones que se apoyan en las bayonetas y cañones: la fuerza es brutal, y por consiguiente, arbitraria. Empero un hombre completamente civil en el Poder destruiría quizás la obra de la paz que debemos sostener y consolidar a costo de todos los sacrificios posibles!”[18] Llevar a la presidencia a un civil podría quebrantar la paz que se estaba viviendo, por lo que prefería evitar las guerras, apoyando para las elecciones de 1884 a un candidato con experiencia en el ámbito militar, pero con ideas liberales: “pensamos—siguió escribiendo—que  en el hombre que venga a regir los destinos del pueblo, deben estar hermanados lo militar con lo civil; esto es, debe tener entre los militares suficiente prestigio para reprimir sus violencias y acallar sus ambiciones, debiendo ser suficientemente liberal, para sentir respeto hacia los hombres del pueblo y garantizarles por completo la práctica de sus derechos y el ejercicio de sus libertades. He aquí cómo, sin prescindir de las cualidades, no debemos olvidar la calidad, debiendo, en nuestro concepto, tratar de hermanar a esta, aquellas”, no a un “hombre enteramente civil para la presidencia” un intelectual, a “un individuo que no habiendo demostrado alguna vez el valor y la energía que se necesitan en la Republica para merecer respeto de los militares, no inspire a estos sino odio y desdén; porque, no hay que dudarlo, el hombre de pluma, el literato, el pensador, odio tan solo y desdén inspiran al bando militar, que no respeta nunca sino al que sepa repartir más rudos sablazos”. (…). Hemos querido pedir un Presidente de prestigio en la soldadesca, y suficientemente ilustrado y liberal para que no incurra en la injusticia y en la torpeza de mirar con recelo las manifestaciones y el trabajo del pueblo por la realización de sus aspiraciones e ideales”.[19] 

Bajo ese entendimiento y con el propósito de evitar una rebelión armada que pusiera fin a la paz, clima necesario para la construcción de su organización política, tuvo un notable, pero breve acercamiento a la candidatura presidencial de Francisco Gregorio Billini en 1884.[20]

Pero también, porque llegó a simpatizar, él y los que se movían en su entorno, con el sector más liberal en la contienda electoral, aunque esa actitud política resultó momentánea, prefiriendo mantenerse en una posición abstencionista que fue tenida como parte de un plan empujado por “aspiraciones extrañas” que buscaban provocar un levantamiento contra el gobierno. Tal vez por eso, el general Gregorio Luperón acusaba a sus seguidores, diciendo que él no estaba dispuesto a coincidir con  ellos, “los demagogos, del socialismo, del comunismo y de la anarquía que quieren fundar hoy en el país y que irrevocablemente concluirá con su gobierno”, llamándolos  “disociadores” que lo habían declarado sus mayores enemigos, que lo habían insultado y ultrajado con calumnias, y queriendo destacar que los jóvenes liberales cibaeños eran, citamos: “unos muchachitos que no tienen historia ni nada han hecho por la Patria ni por su bien”.[21]

La fe de Deschamps en el progreso económico

Por otro lado, una de las preocupaciones permanentes en la intelectualidad de la segunda mitad del siglo XIX, descansaba en la necesidad de promover que la República saliera del atraso pre capitalista, que descansaba en  lo fundamental en una economía ganadera; con un país sin escuelas ni universidades; carente de puentes ni carreteras; sin industrias ni técnicas modernas para la producción agrícola. Esa situación de atraso que se manifestaba en toda la sociedad, hacían que los más entendidos en lo que estaba pasando,  promovieran  un salto económico que situara la Republica entre las naciones modernas de la época, lo que apuntaba a luchar desde posiciones liberales por la organización del Estado, y gobiernos que tomaran como estandarte la constitución, las leyes y los principios.

Eugenio Deschamps tenía, como todos los liberales de su época, una fe inquebrantable en la ley del progreso, que visualizaba como eterna y divina; progreso con el que se podrían resolver todas las necesidades del pueblo;[22] pero, para que ese progreso fuera una realidad, él era del criterio, tan temprano como en 1882, de que los pueblos necesitaban impulsar la inmigración, porque para él la inmigración era sinónimo de progreso,[23] y detrás de ella, decía, llegaría la inversión de capitales, las maquinarias, las locomotoras, el ferrocarril y el establecimiento de escuelas.[24] Lo que no percibía el joven liberal, tal vez debido a que lo que estaba sucediendo con la llegada de inmigrantes y capitales, era, que  detrás de ese progreso con las grandes inversiones, también estaba latente lo que en poco tiempo sería una de las desgracias de la República Dominicana: la dependencia industrial, comercial, y política, en relación a los Estados Unidos;[25] génesis de los males sufridos por el pueblo dominicano durante el primer cuarto del siglo XX.

En sentido general y de manera resumida, estas eran ideas que normaban el pensamiento liberal de Eugenio Deschamps y de su proyecto de partido, para lo cual encabezó una intensa campaña de prensa y de contactos personales con destacados jóvenes de Santiago, Puerto Plata, Moca y La Vega, principalmente, a la vez que impulsaba la fundación de sociedades culturales que en ciertos modos, se fueron constituyendo en la base de apoyo de su organización política, y a través de ellas, dejándose sentir contra los partidos clientelistas-caudillistas que habían gobernados el país desde la salida de las tropas españolas en 1865.

Fundando el Partido del Porvenir

En tal sentido, la propuesta de construir una agrupación liberal  en la República Dominicana, que fuera más allá del partido azul, surgió en un ambiente político que apuntaba, desde principios de los años ochenta, a la  desaparición del partido rojo, que afectado por el fallecimiento de su caudillo tendía,  en ciertas formas, a ser absorbido por el partido azul gobernante,  que a la vez pasaba por un proceso en el que, desde su gestión gubernativa, daba viso de estancamiento y hasta de estar perdiendo su esencia liberal; pero además, del convencimiento de que  se entendía, en el primer quinquenio de la década de los ochenta, que  “en la Republica casi, casi, no hay partidos, y de que si los hay, se encuentran harto desorganizados”. Deschamps pareció estar seguro de  que la coyuntura resultaba favorable para la construcción de su organización, debido a que para él, ya en el país solo se destacaban dos tendencias políticas: la de los partidos caudillistas y “la de los visionarios de la libertad”.[26]

La estrategia para la  construcción de su organización lo empujaba a privilegiar a un sector del baecismo que consideraba sano y con el que  podía contar. Desde esa óptica, y aprovechando las tradicionales contradicciones entre rojos y azules,  llamaba a ese sector a formar parte de su proyecto, para “constituir, unidos el partido liberal del porvenir” con el objetivo de enfrentar las desviaciones del partido azul gobernante,[27] que tenía dentro de sus dirigentes sectores coincidentes con su propuesta de formar partidos doctrinarios en capacidad de establecer sanciones morales y la real aplicación de las leyes y la constitución;[28]

El corto período de tiempo del que dispuso el líder del proyecto liberal cibaeño, no fue suficiente para alcanzar el objetivo de dejar formado la organización y parecía consciente de que todavía a finales de 1884 no estaban dadas las condiciones para que la organización se convirtiera en una verdadera fuerza debido, entre otras circunstancias, a la persecución política del partido de gobierno sobre las instancias, asociaciones y personas liberales con las que trabajaba en la formación propuesta, víctimas de un gobierno salpicado de corrupción y de impulsar medidas engañosas y antidemocráticas para mantenerse en el poder. 

La agrupación prometía desarrollar un proyecto que debía concluir en la formación de un verdadero partido de principios, exaltado hasta lo sublime, que tendría entre sus integrantes a todos los hombres buenos, incluyendo a los que aun siendo miembros de los partidos caudillistas, no se habían manchado las manos con el crimen y la corrupción.[29]

En el momento en que se Deschamps anunció que se preparaba para fundar una nueva organización política liberal, Sebastián Emilio Valverde, un consagrado liberal de la ciudad de Santiago, escribió en su periódico El Imparcial, que él veía ese proyecto como algo irrealizable, considerándolo, citamos:  como un sueño “de poeta romántico en una mañana de galana inspiración”, que propaga “doctrinas ilusorias expuestas con la seducción de halagadores sofismas”, perturbando  la “imaginación del pueblo en sus combinaciones morales tras el ideal de la perfectibilidad social. (…);   un idilio político inspirado por una alma demasiado joven, generosa y entusiasta, que aún no ha sufrido la cruel tortura de la desgracia que alecciona el criterio en los sucesos de la vida, en esa gran depuración del espíritu que se llama experiencia”;[30] Lo sugerido por Sebastián Valverde, lo que ese hombre liberal de Santiago recomendaba en su escrito, era que los jóvenes cibaeños influenciados por Deschamps se concentraran en  transformar  los agrupamientos ya existentes, debido a que—decía él—era  “más fácil organizarlos bien que formar un nuevo partido que absuelva los elementos buenos que los dos posean”; pero estas sugerencias fueron  rechazadas por el líder juvenil en el convencimiento de que resultaba imposible moralizar a los integrantes de esos partidos, por ser personas “rebeldes a toda disciplina, (…), representación de la anarquía”[31] que solo luchaban por sus conveniencias.

Los planteamientos defendidos por  Deschamps para la formación de la agrupación,  se sintetizaban en la ardua tarea de, cito, “convocar al inmenso número de hombres que no son, que no quieren ser ni azules ni rojos, porque sueñan con una política sin mancha, constituirse en partido, llamar a los buenos de los bandos existentes, emprender la dudosa tarea “de la regeneración del inmenso número de los malos, y abrir la marcha del progreso y el esplendor en la política, por el ejercicio, limpio y puro, de los principios democráticos”.[32] El joven liberal de Santiago de los Caballeros, estaba convencido de que solo su partido, estaba en capacidad de moralizar la política y de cambiar a los malos, para de esa forma marchar hacia la libertad y el progreso.[33] De lo que se trataba, era organizar una agrupación política a nivel nacional, apegada a los principios democráticos y el Derecho[34]; pero si bien tuvo entre sus planes atraer a los jóvenes liberales independientes del Cibao y de la Capital, en su corta vida de existencia aquel núcleo juvenil estuvo centrado principalmente en las ciudades de Santiago, Moca, Puerto Plata y La Vega,[35]  por lo que nunca pudo organizarse como una agrupación de carácter nacional.

Sin embargo, Deschamps insistía en el advenimiento de la organización que redimiera a la sociedad “de la humillación y la vergüenza”;  que no fuera la imposición de un caudillo, sino de un partido “que es reunión de los hombres”,[36]  para lo cual privilegiaba los métodos legales en la lucha política, pero no descartaba la guerra para imponerlos. En ese sentido, se cuidaba de aclarar, que él no pregonaba la revolución que descansaba en la lucha armada. El partido propuesto estaría desvinculado de los generales corrompidos,  alejado de las luchas fratricidas  descansando en las ideas del derecho y la libertad y que solo tomaría en cuenta para su formación a los políticos susceptibles de ser regenerados. Debido a esa definición, reclamaba “constituyeran los buenos de todos los pueblos el Partido ansiado; es decir, agrúpense los ciudadanos que no pertenecen ni a uno ni a otro bando; formulen un credo, inspirado en la civilización moderna; llamen a los buenos de los bandos existentes; anonaden por medio de la asociación y de la prensa, laboratorios fecundos de civilización, al partido de los malos, y surja, de una vez, el Partido glorioso que ha de empezar labor de la regeneración dando el último golpe al pedestal de los tiranos! (…) No hay, pues, otro camino; es necesario que surja el Partido del porvenir, el Partido de los buenos, iniciando las reformas, e indicando al pueblo el camino del progreso, de la libertad y de la gloria”.[37]

El nuevo partido liberal, así propuesto, sería el estandarte de la lucha por la soberanía del pueblo, luchando contra los intentos de imponer la pena de muerte y a favor  del sufragio universal; el respeto a las libertades ciudadanas; la libertad de cultos y el respeto a la propiedad privada; las moderaciones en las inversiones del caudal del pueblo; que impulsara una reforma constitucional para acabar con el cacicazgo; ensanchar la educación y el progreso, a través de “gobiernos honrados con conciencia, respeto profundísimo a la ley, inalterable veneración a sus derechos y a sus libertades”.[38]

 Además, como parte de su plataforma programática prometía establecer una verdadera división de los poderes centrados en el Ejecutivo, Legislativo y Judicial, pero empeñado en una real independencia de esos poderes; garantizar la aptitud del Ejecutivo para nombrar sus agentes en todo el país; mantener la organización del Ejercito “dividido en Cuerpos activos o Ejército permanente y en Cuerpo de reserva o Guardia nacional, y el deber de desarrollar –sin extralimitarse jamás de los linderos del derecho individual y de la ley– los elementos con que el pueblo cuenta, de bien, de libertad y de progreso”.[39] A estos principios, después que ellos fueren cumplidos como parte de su propuesta de gobierno, entonces se procedería a la construcción de cárceles; establecimiento de penitenciarías; la propagación de la enseñanza apoyada en la moral, y la protección a las industrias y de las artes.[40]

Las Sociedades como plataforma política

Por otro lado, como parte de los planes de dotar a la organización de una base sólida y consciente, Deschamps era del criterio de que se necesitaba un levantamiento popular, no armado, con capacidad para barrer con los que él llamó los “mercaderes de la política”, proponiendo, para cumplir con ese objetivo, fundar periódicos independientes que defiendan el Derecho, creando asociaciones políticas y culturales que condenen los errores, “que no se olviden nunca de la dignidad que requiere la predicación de doctrinas regeneradoras, que proclamarán y defenderán una constitución que estarán todos en el deber de respetar y cumplir, y en que debe prescribirse indiscutiblemente, la integridad e independencia del suelo de la patria”.[41]

Pero si bien, las sociedades políticas y culturales coincidían con el proyecto de Deschamps en aspectos políticos liberales como los señalados, estas tenían sus propios intereses gremiales y locales, como los eran convertir algunas localidades en provincias, la construcción de parques y edificios gubernamentales, la formación de bandas de música, luchar por el progreso del país y el adelanto moral, instalar relojes públicos, escuelas nocturnas, bibliotecas públicas, construcción de vías de comunicación, y la instalación del ferrocarril.[42] Los jóvenes miembros de esas asociaciones, muchos de los cuales se movían en torno al liderazgo de Deschamps, eran considerados por sus detractores como “jacobinos”, queriendo con esto sindicarlos, recordando a los que así eran nombrados durante la Revolución Francesa, como miembros de asociaciones radicales y extremistas, que en el período estudiado dejaron formadas más de quince sociedades político-culturales y literarias.[43]

Entre la lucha legal y la lucha armada

En el caso de los métodos de luchas de la organización en construcción, Deschamps sugería luchar para llevar la sociedad hacia el progreso, ofertando como atractivo fundamental la defensa de la ciudadanía formando una agrupación que privilegiara los principios democráticos, las leyes y la constitución. Sin embargo, las prácticas políticas negativas todavía vigentes en los momentos en que trataba de darle forma a su movimiento y en especial, debido al peso de los generales en la política dominicana y su influencia social en una población mayoritariamente rural que no había conocido otra forma de vinculación y participación que no fuera la de relacionarse con los caudillos locales, regionales y nacionales, limitaba la incidencia de los liberales cibaeños, y su accionar político,  llevándolos a pactar con sectores tradicionales, incluyendo a generales y caudillos que daban señales de acercamiento al liberalismo que predicaban.

Si bien Eugenio Deshamps se mantuvo apegado a la predica de que para llegar a la presidencia, era a través de las elecciones y no de las revueltas armadas,[44] en la medida que se acercaba el torneo electoral de 1886 y ante la visible ruptura del partido azul con candidatos enfrentados; división que enfrentaba a Ulises Heureaux, apoyado por el general Gregorio Luperón—ambos centros de las críticas de los seguidores de Deschamps—, con  el sector encabezado dentro de esa organización política por Casimiro Nemesio de Moya, una parte del liderazgo de las sociedades cibaeñas coincidentes con Deschamps decidió cerrar filas con los contrarios a los candidatos del gobierno, los que prometían triunfar electoralmente o luchar con las armas en caso de ser derrotados a través del fraude. La verdad, que al convencerse de las posibilidades del surgimiento de un gobierno tiránico en manos de Ulises Heureaux, Eugenio Deschamps asumió posiciones que lo alejaban de los métodos  democráticos y a favor de las revoluciones armadas,[45] las que justificaba a partir de que tenía esa actitud como legitima, por entenderla como un principio liberal, y por lo tanto un derecho de los pueblos.

Esa era la confluencia de situaciones políticas que marcaban el pensamiento y las decisiones tomadas por Deschamps desde 1885, pero en especial a partir del año siguiente cuando Casimiro Nemesio de Moya y Ulises Heureaux se enfrentaron como candidatos a las elecciones.

Como sabemos, la coyuntura fue favorable a Ulises Heureaux, quien vencedor de manera fraudulenta en el certamen electoral, tuvo que enfrentar con las armas del poder a los perdedores. Finalizada la fracasada revolución de Nemesio de Moya, que dio paso a la dictadura de Lilís a partir de enero de 1887, Eugenio Deschamps y muchos de sus relacionados en los afanes político-culturales, debieron marcharse al exilio para vivir lejos del territorio dominicano, con lo que entendemos llegó a su fin el experimento de dotar a la República Dominicana de un partido verdaderamente liberal, quedando como tarea pendiente, darle continuidad a la formación de un partido que nunca más  Deschamps volvió  a retomar.  Muchas gracias.

(Discurso de ingreso a la Academia Dominicana de la Historia, por: Alejandro Paulino Ramos).


Notas bibliográficas:

[1] Roberto Cassá,“Eugenio Deschamps contra los Azules”.   Santo Domingo, Isla Abierta, suplemento del periódico Hoy,  4 de octubre de 1997 ,  “La dialéctica de la historia y el orden deseado por Eugenio Deschamps”.  Santo Domingo, Isla Abierta, suplemento de Hoy, 18 de octubre de 1997, y “Eugenio Deschamps anet la edad de oro del liberalismo”. En: Política, identidad y pensamiento social en la República Dominicana. Santo Domingo, Academia de Ciencias de Dominicana, 1999, pp. 65-94.

[2] Mario A. Pozas, ídem,  p. 295, y “Eugenio Deschamps: la edad de oro del liberalismo”, publicado en 1999 en el libro “Política, identidad y pensamiento social en la Republica Dominicana”.

[3] Adriana Mu-kien Sang Ben, “Contradicciones en el liberalismo dominicano del siglo XIX”.  En: Ulises Francisco Espaillat y el liberalismo dominicano del siglo XIX. Santo Domingo, INTEC, 1997, p. 92.

[4] Antonio del Monte y Tejada, Historia de Santo Domingo. Vol. III.  Santo Domingo, Sociedad Literaria Amigos del País, 1890, p. 279.

[5] Conferencia de Adriana Mu-kien Sang Ben: “Contradicciones en el liberalismo dominicano del siglo XIX”. Santo Domingo, INTEC. 

[6] Véase a Emilio Rodríguez Demorizi, Papeles de Espaillat. Santo Domingo, Academia Dominicana de la Historia, 1963, p. 387,  y a  José Chez Checo. “Los regímenes del Partido Azul”. Idem, p. 100.

[7] Rufino Martínez, Diccionario histórico-biográfico dominicano, 1821-1930.  Santo Domingo, Editora Universitaria, 1971, p. 141.

[8] Emilio Rodríguez Demorizi, Hostos en Santo Domingo, vol. 2. Ciudad Trujillo, Imp. J. R. Vda. García, 1942,   p. 302

[9] Roberto Cassá, Eugenio Deschamps. Antología. Santo Domingo, AGN, 2012,  p. 22.

[10] Andrés Blanco Díaz, Ideas radicales en la República Dominicana. Antología (1844-1900). Santo Domingo, AGN, 2020, p. 287.

[11] “La cobardía de los pueblos engendra la tiranía del poder”. Santiago, periódico La Alborada, año I, núm. 10, 31 de julio de 1883.

[12] “Suelto del periódico Alborada”, dirigido por Eugenio Deschamps, anunciando la suspensión del periódico. Santiago, 2 de agosto de 1883.

[13] Idem.

[14] Eugenio Deschams, “Nuestro Ideal”. Santiago, La Republica, No. número 8  del 30 de noviembre de 1883.

[15] Idem.

[16] Idem.

[17] Eugenio Deschamps, ”Prediquemos”. Santiago, La República, Año I, No. 23, año I, 13 de mayo de 1884. 

[18] Eugenio Deschamps. “El futuro gobierno”. Santiago, La Republica, No. 11, 31 diciembre 1883.

[19] Eugenio Deschamps, “Rectificaciones y ampliaciones”. Santiago, La República, No. 13, 30 de enero 1884.

[20] Idem.

[21] “Carta de Gregorio Luperón a Francisco Gregorio Billini”. Puerto Plata, del 20 de enero de 1885. En: Andrés Blanco Díaz, Ideas radicales en la República Dominicana, 1844-1900. Santo Domingo, AGN, 2020m p. 297.

[22] Eugenio Deschamps, “El futuro gobierno”. Idem. 

[23] Eugenio Deschamps, “Consideraciones y relatos”. Santiago,  La Alborada, año I, núm. 4, 30 de mayo de 1883.

[24] Eugenio Deschamps, “Inmigración”. Santiago, La Alborada, año I, núm. 6, 21 de junio de 1883.

[25] Jaime de Jesús Domínguez, La dictadura de Heureaux. Santo Domingo, Editora Universitaria, 1986. p. 112.

[26] Eugenio Deschamps. “Una carta del señor G. Luperón”. Santiago, La Republica, No. 50, 17 de enero 1885.

[27] Eugenio Deschamps, “Los “rojos” en la brecha”. Santiago, La República, año II, núm. 5231 de enero de 1885.

[28] Francisco Gregorio Billini, “Los partidos doctrinarios”. El Eco de la Opinión, No. 367, 3 de julio 1886.

[29] Eugenio Deschamps, “Nuestro Ideal”., Santiago, La República, año I, núm. 8, 30 de noviembre de 1883.   

[30] La República, año I, núm. 12, Santiago de los Caballeros, 19 de enero de 1884.

[31] Eugenio Deschamps, “A El Imparcial”. Santiago, La Republica, No. 18, 20 de marzo 1884.

[32] Eugenio Deschamps, “A El Imparcial”. Idem

[33] La República, año I, núm. 12, Santiago, 19 de enero de 1884.

[34] La Republica, año I, No. 18, Santiago, 20 de marzo 1884.

[35] Eugenio Deschamps, “A El Imparcial”. Idem.

[36] “Ecos”. Santiago,  La Republica, No. 52, 31 de enero 1885.

[37] “¡Adelante!”. La República, Idem.

[38] Idem.

[39] Idem.

[40] Idem.

[41] Eugenio Deschamps, “¿Se salvara el porvenir….?”. Santiago,  La República, año II, núm. 42, 15 de noviembre de 1884.

[42] Gregorio Luperón, Notas autobiográficas y apuntes históricos. Santiago, Editorial El Diario, 1939. vol. III, P. 173.

[43] La Alborada, año I, núm. 2, Santiago, 10 de mayo de 1883.

[44] Manuel de Jesús de Peña y Reynoso. “Política interior del gobierno”. 5 de mayo 1876. En Emilio Rodríguez Demoriz,  Papeles de Espaillat, Idem,  pp. 171-175.

[45] Eugenio Deschamps, “Al pueblo”. Santiago, La Alborada, 2 de agosto de 1883.

Loading