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Resistencia nacionalista contra la ocupación militar americana, 1916-1924

Por: Alejandro Paulino Ramos

La resistencia de los dominicanos contra la presencia de un gobierno de fuerza y además extranjero, se manifestó de variadas formas, siendo los hechos más violentos los escenificados por un puñado de valientes en la región del Cibao. En La Barranquita, un lugar cercano a Mao, Valverde, unos 80 nacionalistas, encabezados por Máximo Cabral, se enfrentaron a unos 800 marines norteamericanos, muriendo veintiséis de los dominicanos y un soldado americano.

En San Pedro de Macorís, un joven llamado Gregorio Urbano Gilbert se enfrentó a varios marines, en un hecho en el que murió un oficial de ese cuerpo. Por ese incidente Gilbert fue encarcelado después de meses de persecución y condenado a muerte, aunque al final la pena fue conmutada por cadena perpetua. Además, la zona azucarera del Este y Barahona fueron escenarios de las luchas de los campesinos llamados “gavilleros”. El movimiento guerrillero, mal armado y sin dominio de las artes militares, enfrentó por largos meses las tropas norteamericanas, en un afán por evitar la expropiación de la tierra de parte de las grandes corporaciones azucareras, lo que se expresaba también como repudio a la presencia norteamericana en la República Dominicana.

El movimiento cívico de resistencia contra el gobierno militar, fue organizado por la Unión Nacional Dominicana (UND) y por las Juntas Nacionalistas. La UND fue el instrumento político más importante en la lucha por la independencia del país. Esta agrupación aglutinaba a personalidades y políticos de todas las tendencias de la época. A la UND y a las Juntas les tocó organizar la resistencia interna, junto a otras organizaciones, mientras que en el campo internacional se destacaron varias asociaciones, en especial la Comisión Nacionalista que dirigía Francisco Henríquez y Carvajal y otros intelectuales y periodistas dominicanos.

Manifestantes protestando contra la ocupación extranjera

La prensa contra la ocupación

Al momento de la ocupación americana el periodismo dominicano se estaba reagrupando en la Asociación Nacional de la Prensa, la cual estaba dirigida, en 1916, por el director del Listín Diario, Arturo Pellerano Alfau, quien era su presidente. También por  Fabio Fiallo, Américo Lugo, Conrado Sánchez, Juan Durán, Manuel Flores Cabrera, Manuel A. Machado y Félix Evaristo Mejía, entre otros.[i]

La Asociación reunía a la casi totalidad de los que se habían organizado en 1905 y 1910 en las asociaciones de periodistas de esos años. Tulio M. Cestero, mentor de la asociación de 1905 se encontraba en La Habana, lo que ayudó a que la Asociación Nacional de la Prensa realizara las primeras denuncias internacionales, sobre el abuso que se estaba cometiendo contra el pueblo dominicano. El 14 de noviembre de 1916, quince días antes de la proclamación formal de la ocupación militar, la Asociación Nacional de la Prensa se dirigió en cablegrama a la Asociación de Periodistas Cubanos, acogiéndose a una proposición de la prensa puertorriqueña para celebrar un congreso de la prensa antillana, en Cuba.

Soldados norteamericanos entrando a la ciudad colonial de Santo Domingo

El periodismo dominicano, a través de su gremio, planteó la necesidad de discutir en el Congreso una agenda que contemplaba, entre otros puntos, la confraternidad Interantillana y la solidaridad en defensa o auxilio recíproco de los pueblos antillanos, cada vez que un poder arbitrario nacional o extranjero, intente amordazar la prensa o menoscabar la independencia, la soberanía o el bienestar de cualquier pueblo o nación de los que concurren al Congreso.[ii]

El 18 de diciembre de 1916, la Asociación Nacional de la Prensa comunicó a Tulio M. Cestero que la misma se veía obligada a un período “de relativa calma, pues tiene, por fuerza, que cesar en su propaganda patriótica y nacionalista mientras dure la censura”.[iii] La Asociación de la Prensa hizo llegar varias cartas al periodista Tulio M. Cestero, quien se encontraba laborando en el periódico El Heraldo de Cuba, en las cuales aparecen sintetizados los propósitos perseguidos para denunciar la ocupación militar extranjera:

“[…] la Asociación Nacional de la Prensa resolvió por voto unánime en una de sus últimas sesiones, designarle con el carácter de su Miembro Correspondiente en esa capital, contando con que V. aceptará gustoso el encargo y será un colaborador más eficacísimo, en la campaña de protesta contra la ocupación militar de la República por las fuerzas invasoras de los EE.UU. del Norte, así como en la labor de propaganda de la justicia y el derecho que asisten a nuestra patria atropellada”.[iv]

La carta de la Asociación de la Prensa que a continuación transcribimos, deja establecida la presión que ya a solo 15 días de la ocupación estaba recibiendo el periodismo nacional:

Santo Domingo, 16 de diciembre de 1916.

Señor. Dr. Tulio M. Cestero.

La Habana.

Distinguido compañero: Con mucha satisfacción nos hemos enterado de su atta. Carta del 5 d/c., y anotado los particulares a que se contrae. Por las circunstancias actuales, por las cuales atraviesa el país, después de la ocupación militar y conforme a la proclama de ocupación, la Asociación Nacional de la Prensa se ve obligada a un período de relativa calma, pues tiene, por fuerzas, que cesar en su propaganda patriótica y nacionalista mientras dure la censura establecida por el Gobierno Militar. Ese, sin embargo, en nada nos desalienta, sino que más bien, templa más nuestro firme propósito, que es sagrado deber, continuar la campaña ya iniciada por el triunfo de la razón y la justicia atropelladas por el poder de la fuerza. Hemos leído con gusto los últimos editoriales escritos por Vd. en su Heraldo de Cuba y esperamos que siga la labor tan brillante comenzada, más necesaria ahora que antes puesto que aquí está en receso por la fuerza de las circunstancias. Deseamos que Vd. nos envíe en recortes, por carta, todo cuanto referente a la Ocupación Militar de Santo Domingo se publique, bien en el Heraldo de Cuba o ya en otros periódicos de esa capital. De Vd. con toda consideración. Compañero y amigo: J. Durán, Arturo J. Pellerano Alfau. Secretario y Presidente de la Asociación Nacional de la Prensa.[v]

La Asociación Nacional de la Prensa desapareció por la presión del gobierno de ocupación, por lo que el periodista Persio C. Franco se atrevió a sugerir al Congreso de la Prensa, celebrado a finales de 1920, que se “declarase a favor de la constitución de la Asociación Nacional de la Prensa y disponer lo necesario en ese sentido”.[vi]

En 1921 el país fue visitado por una comisión del senado de los Estados Unidos para investigar las medidas dictatoriales del gobierno de ocupación

La Iglesia católica y la ocupación militar

La Iglesia católica dominicana se enfrentó varias veces al gobierno militar americano. Algunos sacerdotes, como el padre Mena, fueron apresados y se pronunciaron públicamente a favor de la desocupación. Iglesia y Gobierno Militar se enfrentaron también en torno a la libertad de culto y a la penetración del protestantismo en la escuela, pero el caso más sonado lo constituyó el cruce de cartas, en diciembre de 1919, entre el arzobispo Alejandro Nouel y W. W. Russell, ministro de los Estados Unidos, en las que el prelado hizo duras críticas a todo lo que significó la ocupación militar. En especial dedicó un espacio amplio de la misma para denunciar la censura:

“Señor W. W. Russell, Ministro de los Estados Unidos. Honorable señor: Desea usted conocer mis impresiones acerca del estado general del país. Creo no equivocarme al asegurarle que su estado general es próspero (…). Pero ese pueblo comienza ya a creer que no le será posible continuar indefinidamente en un estado de cosas (…). El pueblo ha sufrido, si no conforme, al menos resignado, el sonrojo y peso de una intervención armada. Ha sufrido sentencias prebostales en asuntos completamente civiles, cuando según la proclama del Almirante Knapp ese tribunal (el de Reclamaciones) que falla soberanamente sin derecho alguno de apelación, violando así los preceptos básicos de nuestro procedimiento civil (…). El pueblo ha soportado por espacio de tres años una censura para la prensa, no solamente humillante y despectiva, sino también, ridícula y pueril. Yo recuerdo haber visto un artículo científico observado por un censor, con su sello y firma, prohibiendo su publicación, porque el autor de dicho artículo decía: “Kant, el gran pensador alemán padre de la filosofía moderna, no puede considerarse inferior a Aristóteles ni a Platón, etc.”. La guerra había estallado ya contra Alemania y aquel infeliz censor creyó tal vez que el elogio tributado al gran filósofo germano podría causar la derrota de los ejércitos aliados. Un sacerdote español, de conducta ejemplar, que desempeñaba la cura de almas en Sánchez, fue reducido a prisión, incomunicado y encerrado luego en Samaná en inmundo calabozo, en el que permaneció cerca de seis meses, por el solo hecho de haber elogiado en una discusión de sobremesa, en el hotel donde se hospedaba, y mucho antes de entrar los Estados Unidos en la Guerra, el valor y la organización del ejército de los imperios centrales. El pueblo dominicano, es verdad que en sus conmociones políticas presenció más de una vez injustas persecuciones, atropellos a los derechos individuales, sumarios fusilamientos”.[vii]

Las mujeres contra la ocupación

El 26 de noviembre de 1919 se formó en Nueva York el Comité de Damas pro Santo Domingo, con el propósito de hacer propaganda por todos los pueblos de América y de Europa por la restauración política de la República Dominicana. En la noche del día indicado se efectuó el acto de instalación. Las damas dominicanas que formaron la dirección del Comité, fueron las señoras Julieta P. McGrigor, Catherine de Cocco, Alicia Gutiérrez de Cestero, las señoritas Mercedes Mota, Mercedes Benedicto e Isabel López con la asistencia de los señores Pablo E. López, Turcy Robiou, Rafael Rodríguez, José Luis Betancourt, Alfredo Ortiz Vargas y Manuel F. Cestero. El Comité de Damas formuló el plan de la campaña y dirigió una circular contentiva de sus propósitos:

Ercilia Pepín se convirtió en un símbolo de la resistencia nacionalista

Esta circular fue enviada a infinidad de personas residentes en los Estados Unidos. (…). Este documento se publicó en varios periódicos hispanoamericanos y el Comité recibió felicitaciones y protestas de adhesión de personas e instituciones de la América española. La segunda circular fue dirigida a mil periódicos de América, de Europa y los Estados Unidos. En este documento se expone en síntesis la situación que padece el pueblo dominicano bajo la ocupación americana.[viii]

El Comité de Damas de Nueva York estaba integrado por mujeres de la región del Cibao, las que, motivadas por las damas de Puerto Plata decidieron no “quedarse rezagadas en esta hora de angustia y de dolor para la Patria”. En la próspera ciudad del Atlántico ya se había constituido “La Junta de Damas”. Un grupo de la ciudad capital formó, el 15 de marzo de 1920, la Junta Patriótica de Damas, “con el propósito de recaudar fondos para ayudar a la Comisión Nacionalista que actuó en el extranjero”.[ix]

Dominicanos en Nueva York denunciaron la ocupación

En una carta destinada al dirigente obrero dominicano Eugenio Kunhardt, quien participó en la Pan American Labor Conference, del 7 de julio de 1919, la colonia dominicana residente en Nueva York le pidió que solicitara en ese congreso la investigación sobre los hechos denunciados en un largo informe sobre la situación dominicana y la ocupación militar.[x]

La colonia dominicana de Nueva York celebró varias veladas, como parte de sus actividades a favor de la desocupación del país. La primera fue realzada en el Hotel Waldorf Astoria el 16 de agosto de 1919, en conmemoración de la restauración política de la República. Este mitin fue reseñado en un opúsculo que circuló profusamente por todos los Estados Unidos y países de la América Latina. La segunda velada en conmemoración del 77º Aniversario de la Independencia Dominicana, fue también celebrada en el Waldorf Astoria el 27 de febrero de 1920. A esta asistieron más de 500 personas de todas las repúblicas hispanoamericanas:[xi]

A las 8 en punto se dio comienzo al acto en presencia de una selecta concurrencia de latinos y sajones: franceses, americanos, cubanos, portorriqueños, peruanos, colombianos, venezolanos, argentinos, centroamericanos y dominicanos. Un coro de damas abrió el acto con el Himno Nacional Dominicano acompañado al piano por la distinguida artista señorita Dionisia del Orbe. Seguido la señorita Wilfrida Porto, vestida de rosa, al aire los brazos y el pecho de inmaculada tersura, con la Bandera Dominicana en la diestra, recitó la poesía “Arriba el pabellón” del malogrado poeta Gastón F. Deligne. Al terminar la recitación subió a la escena el señor Ángel Pérez de Camino, para ofrecerle un precioso ramillete de flores. El notable orador Don José Castellot, poeta y diplomático mexicano, pronunció interesante discurso (…). El joven artista Antonio Padece, aventajado discípulo del reputado profesor Don Vicente Mañas, interpretó al piano con maestría, la Polonesa y el Preludio, de Chopin. El Tenor Alcides Briceño (…) cantó acompañado al piano por la profesora señorita Rafaelita Pérez “Una furtiva lágrima (…)”. Dijeron discursos el periodista puertorriqueño Vicente Balbás Capo, el poeta costarricense José María Zeledón, y Tulio M. Cestero.

Manifestación de repudio a la ocupación militar

Los obreros y la denuncia internacional

Eugenio Kunhardt, organizador general de la Hermandad Comunal Nacionalista, asistió en noviembre de 1919 a la Pan American Labor Conference de Nueva York y a la Conferencia Industrial Panamericana celebrada en Washington a finales de 1919. En estas reuniones internacionales, Kunhardt denunció la situación de los obreros dominicanos bajo el gobierno militar:

En esa conferencia leyó el Sr. Kunhardt un informe notable en el cual expuso la situación económica del obrero dominicano bajo la presión a que lo tiene sometido el Gobierno Militar desde el 29 de noviembre de 1916. Cuando el Sr. Kunhardt terminó la lectura de su informe el Señor Samuel Gompers se levantó de su silla, se acercó al Sr. Kunhardt y le tendió la mano estrechándola y prometiéndole ocuparse con interés en la resolución del problema dominicano. Más tarde, a raíz de haberse clausurado la Conferencia Industrial Panamericana celebrada en Washington y en la cual estuvo también presente el Sr. Kunhardt, a pesar de no habérsele admitido oficialmente en ella por carecer de los requisitos exigidos por los reglamentos, el 29 de noviembre de 1919, el Sr. Samuel Gompers, Presidente de la American Federation of Labor dirigió al Presidente W. Wilson la carta (…) y en la cual le exige prestar atención inmediata al problema obrero dominicano.[xii]

El nacionalismo contra la ocupación militar

Aunque muchos profesionales, hombres de negocios y ciudadanos se prestaron a la colaboración con el régimen extranjero que gobernó la República Dominicana entre 1916 y 1924, una gran parte de la sociedad se fue organizando en agrupaciones creadas para orientar y dirigir las luchas por la soberanía nacional. Entre las más representativas del período se encontraban las Juntas Nacionalistas y la Unión Nacionalista Dominicana.

Portada del libro Los intelectuales contra la ocupación americana de 1916

Las Juntas Nacionalistas

Las Juntas Nacionalistas comenzaron a formarse en la región del Cibao, primero en San Francisco de Macorís, luego Santiago, Tamboril, Puerto Plata y Moca, celebrándose en esta última la primera protesta pública planificada por las Juntas contra la ocupación. La primera Junta Nacionalista se instaló en la residencia de Manuel María Castillo, en San Francisco de Macorís, el 1 de diciembre de 1919, por iniciativa de Luis F. Mejía, con el propósito de “luchar por todos los medios por la restauración de nuestra independencia absoluta”.[xiii] La Junta fue presidida por Manuel Castillo y Alfredo Betances como vicepresidente; Basilio Camilo, tesorero; Félix María Germán, como secretario de actas, y Luis F. Mejía como secretario de correspondencia.

Durante la Semana Patriótica, organizada por el nacionalismo y la prensa a mediados de junio de 1920, las Juntas Nacionalistas organizadas en los pueblos tuvieron gran participación, pues estas se constituyeron en las estructuras de convocatoria de los que estaban a favor de la desocupación militar. El resultado de las recaudaciones realizadas por las Juntas, fueron entregados a la Comisión Nacionalista para la denuncia de la situación dominicana en Washington y otros países: “Las Juntas Nacionalistas, que como semillero de redención habían surgido en todo el territorio nacional, acababan de girarle el producto de la Semana Patriótica, $115,000. Esta suma parsimoniosamente administrada, le permitió sostener las actividades de la Comisión Nacionalista por un año más, extendiéndolas desde los Estados Unidos hasta Chile y la Argentina”.[xiv]

Portada del libro La Comisión Nacionalista y la Ocupación americana de 1916

La Unión Nacional Dominicana

La Unión Nacional Dominicana, la que también se le conocía como Unión Nacionalista Dominicana, se constituyó como frente de masas que aglutinaba personalidades de diferentes tendencias ideológicas, desde los más radicales que exigían la “desocupación pura y simple”, hasta líderes de los partidos caudillistas. Estos últimos se encontraban en receso y rara vez protestaron la situación de dominación extranjera que se estaba viviendo: “En marzo de 1920 se constituyó en la capital la Unión Nación Dominicana, para centralizar el movimiento de las Juntas Nacionalistas, bajo la presidencia de don Emiliano Tejera. Figuraban en esa organización, entre otros muchos, Enrique Henríquez, Fabio Fiallo, Américo Lugo, Félix E. Mejía, Luis C. del Castillo, Antonio Hoepelman, Conrado Sánchez y René Fiallo”.[xv]

Los objetivos perseguidos por esta organización, fueron planteados en una proclama pública que apareció en algunos periódicos y revistas. La proclama dejaba claramente establecidos los propósitos:

“Unión Nacional Dominicana. (Proclama):   Primero: fundar, bajo la denominación de Unión Nacional Dominicana, una congregación de patriotas dominicanos con este primordial e irretractable objetivo: el de la reintegración de la República Dominicana en su antigua condición de Estado absolutamente independiente y absolutamente soberano. Segundo: Declarar que se adscriben a la Magna Congregación de patriotas denominada UNIÓN NACIONAL DOMINICANA como miembros fundadores de la misma, y que asumen por lo tanto todos los deberes que dimanen de la condición de tales miembros fundadores de la Unión Nacional Dominicana, asumiendo irrevocablemente el patriótico compromiso de: a) de abogar por la inmediata reintegración de la República Dominicana a su antigua condición de Estado absolutamente Libre, absolutamente Independiente, absolutamente Soberano; y b) de no concurrir con su acción, ni con su colaboración, ni con su voto, ni con su firma a comprometer en pacto alguno internacional, ninguno de los atributos de la soberanía nacional, ni ninguno de los dominios del territorio nacional. Serán adscritos en calidad de miembros de la Unión Nacional Dominicana, todos los dominicanos de ambos sexos, que declaren adherirse a los fines de la congregación. En Santo Domingo a los ocho días del mes de Febrero 1920.[xvi]

Américo Lugo fue víctima de la represión de la dictadura

Los líderes de la Unión Nacional Dominicana fueron: Emiliano Tejera, Presidente; Licdo. Enrique Henríquez, Vice presidente; Dr. Américo Lugo, 2do. Presidente; Andrés Pérez, Tesorero; Antonio Hoepelman, Secretario de Actas; Emilio A. Billini, Secretario de correspondencia; Vocales: Fabio Fiallo, Licdo. Armando Pérez Perdomo, y el Dr. M. A. Machado.[xvii]


Notas bibliográficas

[i] Adalberto Rodríguez y Rodríguez, 18 décadas del periodismo dominicano. Santo Domingo: Listín Diario, 1986. p. 71.

[ii] Carta de la Asociación Nacional de la Prensa, firmada por Arturo J. Pellerano Alfau y Juan Durán dirigida a Tulio M. Cestero, del 14 de noviembre de 1916. Biblioteca Central UASD, Archivo de Tulio Cestero.

[iii]Carta de la Asociación Nacional de la Prensa a Tulio Cestero, del 18 de diciembre de 1916. Biblioteca Central UASD, Archivo de Tulio Cestero.

[iv] Ídem.

[v] Carta de la Asociación Nacional de la Prensa a Tulio M. Cestero, del 16 de diciembre de 1916. Biblioteca Central UASD, Archivo de Tulio Cestero.

[vi] Persio C. Franco, “Insinuaciones al Congreso de la Prensa”, en: Algunas ideas. Santiago, s.p.i., 1926.

[vii] Ver los textos completos de la carta de Nouel a Russell, 29 de diciembre de 1919 y la respuesta de Thomas Snowden a Nouel, así como la respuesta a la carta de Snowden por Nouel, en Alejandro Paulino Ramos, “Pasado por Agua”, en: Vetas, Núm. 47, julio de 1999.

[viii] Manuel F. Cestero, «Labor Cívica». Revista Sin Nombre, T. I., Núm. 3, abril de 1920.

[ix] “Al Pueblo Dominicano” en folleto sin título, de fecha 19 de junio de 1922, firmado por Rosa de Noel Henríquez M., presidenta, Mercedes L. Aguiar, secretaria y Cristina Morales de Billini, tesorera, integrantes de la Junta Patriótica de Damas.

[x] La carta está firmada por Floricel A. Rojas, Octavio Elías Moscoso, Manuel F. Cestero, Pablo E. López, J. F. Aguilar, Oscar H. Irrizari, Luis H. Valdés, Juan Vicente Moscoso, Pablo E. López hijo, Ernesto A. Brea, Mario B. Cambiaso, Francisco Vicioso, Miguel Zaglúl S., y Eduardo Grullón, entre otros. En folleto sin título, de fecha abril 1920.

[xi] Detalles y los discursos y poemas de los latinoamericanos aparecen en la revista Sin Nombre, T. I, Núm. 3, abril de 1920.

[xii] M. F. Cestero, «Labor Cívica».

[xiii] L. F. Mejía, De Lilís a Trujillo, p. 168.

[xiv] Fabio Fiallo, La Comisión Nacionalista Dominicana en Washington, 1920-1921. Ciudad Trujillo [Santo Domingo], Imprenta La Opinión, 1939, p. 33.

[xv] L. F. Mejía, De Lilís a Trujillo, p. 171.

[xvi] Revista Renacimiento, Núm. 246, noviembre de 1920.[xvii] F. Fiallo, La Comisión Nacionalista Dominicana en Washington, 1920-1921, pp. 90-92

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