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LA DICTADURA DE TRUJILLO: VIGILANCIA, TORTURA Y CONTROL POLÍTICO

Por Edwin Disla

El historiador Alejando Paulino nos acaba de presentar este magnífico libro de cuatro largos capítulos que concluyen con la salida del país, el 18 de noviembre de 1961, de Ramfis Trujillo tras asesinar en la Hacienda María a los héroes del 30 de mayo. Cuando volteamos la última página nos asaltaron los recuerdos de los mártires anónimos, de los héroes conocidos y los olvidados, verdaderos motores del carro de la historia.

 En los inicios del texto se analizaron con un lenguaje sencillo, el ascenso y la consolidación de la tiranía. En el transcurso 1) ofrendaron la vida por la democracia: Virgilio Martínez Reyna y su esposa embarazada, Altagracia Almánzar; Desiderio Arias; Leoncio Blanco; Cipriano Bencosme y su hijo Sergio Bencosme, a quien asesinaron en Manhattan. 2) Claudicaron o apoyaron al régimen la crema y nata de la intelectualidad y las principales organizaciones artísticas y culturales. 3) Empezaron los aprestos insurreccionales de los exiliados, en especial los radicados en Cuba (Expedición de El Mariel). 4) Materializaron la matanza de los haitianos; y 5) la resistencia realizó un intento fallido por ajusticiar al Jefe para impedir su reelección.

En ese período se creó clandestinamente la Juventud Democrática (JD). El prominente miembro de ella, Oscar Torres de Soto reclutó a Manolo Tavárez Justo, que se convertiría en el principal líder antiimperialista del país. En la JD Manolo también conoció a otro joven influyente: Rafael Mieses Peguero (Cocuyo), alma de la lucha antitrujillista y el primero y único revolucionario que en la época laboraba políticamente las veinticuatro horas del día. La dictadura lo desapareció en 1958. En Cuba, los exiliados fundaron el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), y en 1947, como bien expresa Alejandro Paulino (p.67), en el marco del triunfo de las fuerzas aliadas en la Segunda Guerra Mundial, organizaron en Cayo Confites, islote de Cuba, una expedición armada financiada por el hacendado Juancito Rodríguez. En la expedición participaron Juan Bosch, Fidel Castro, Dato Pagan, Pedro Mir y Chito Henríquez.

Ellos no pudieron arribar al país porque Trujillo, con el apoyo de la diplomacia norteamericana, sobornó al jefe del ejército cubano, general Genovevo Pérez. Este detuvo la embarcación en el mar. Dos años después, los exiliados volvieron a organizar otra expedición pero en Guatemala, apoyada también económicamente por Juancito Rodríguez. A diferencia de la anterior, los conjurados contactaron a algunos integrantes de la resistencia interna, entre ellos a Máximo López Molina, que jugaría un papel sobresaliente en la lucha. El domingo 19 de junio descendieron del hidroavión Catalina en el atracadero de la bahía de Luperón de Puerta Plata, y fueron derrotados con facilidad por el ejército. López Molina fue hecho prisionero, y condenado a 30 años de prisión. Luego de ser indultado salió del país. A partir de 1950 las acciones libertarias disminuyeron debido al desmedido aumento de la represión y al fortalecimiento económico de la dictadura, empresa personal de Trujillo. Este, en 1955, para conmemorar los logros en sus veinticinco años en el poder celebró la llamada Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre. Dicha celebración originó el declive económico del gobierno por los gastos gigantescos y no reproductivos en que se incurrieron.

Al año siguiente, el Jefe cometió otra locura al ordenar el secuestro en New York de Jesús de Galíndez por haber publicado en su tesis de grado, La Era de Trujillo, el chisme de que Ramfis era hijo de un ciudadano de nacionalidad cubana. Galíndez, de origen español y agente del FBI, fue trasladado en avión a República Dominicana, donde lo asesinaron. Después ocurrirían una serie de crímenes de encubrimiento, entre los cuales el del piloto militar Octavio de la Maza le pesaría en extremo al tirano. En enero de 1959 triunfó la Revolución Cubana y el panorama político latinoamericano cambió drásticamente.

Los exiliados dominicanos, apoyándose en esta revolución y un tanto en Venezuela, organizaron la tercera expedición liderada ahora por Enrique Jiménez Moya. Con la misma visión táctica y estratégica que la anterior, es decir, a espalda del pueblo y de la realidad dominicana, emotivos y valientes, 198 expedicionarios de diferentes nacionalidades, divididos en tres grupos, partiendo de Cuba irrumpieron en el país entre el 14 y 20 de junio. El tirano, que los esperaba, los aplastó en aproximadamente veinte días, y cumplió su promesa draconiana, de que si venían volarían sus sesos y barbas como mariposas.

De los 148 dominicanos que murieron, héroes olvidados, que en aras de nuestro porvenir habían renunciado a terminar de vivir los mejores años de su existencia, nos llama la atención Francisco Napoleón Hermón Machuca (Papito) y Miguel Ángel Feliú Arzeno (Miguelucho). Este, porque vino en las dos últimas expediciones, y aquel por ser de los menos vitoreado. Miembro de una familia honorable, había sido dibujante en la Secretaría de Obras Públicas, profesor de Educación Física y violinista de la orquesta Sinfónica Nacional. La caída de ellos, sin embargo, no fue en vano, pues despertó la conciencia nacional. Manolo Tavárez Justo, con una visión insurreccional basada en la sociedad secreta La Trinitaria, creada por Juan Pablo Duarte en 1838, unificó a todas las células dispersas en un solo frente: Movimiento Revolucionario 14 de Junio, y asumió el programa traído por los expedicionarios.

Debido a la obsolescencia del método conspirativo y a la inexperiencia político-militar del movimiento, la dictadura lo desarticuló en la misma etapa de su formación. La espina dorsal del 14 de Junio fue apresada, y sometida a la más cruel de las torturas. Ante estos actos de barbarie, el 25 de enero de 1960, la Iglesia Católica dio a conocer la primera carta pastoral, en la que criticaba abiertamente a la dictadura. Fue el primer triunfo político del Movimiento. El 6 de marzo dio a conocer la segunda, con la que rectificaba la ruptura con el régimen. Presionado, nacional e internacionalmente, Trujillo se vio obligado a simular una apertura democrática, y le permitió al Movimiento Popular Dominicano (MPD), liderado en Cuba por Máximo López Molina, accionar en el país. Así, sin ninguna garantía, apoyándose en su consigna anti expedicionaria, lucha interna o Trujillo Siempre, López Molina, acompañado de Andrés  Ramos Peguero, excapitán del ejército rebelde de Fidel Castro, arribó al país el sábado 4 de junio. Lo que jamás imaginaron López Molina y Ramos Peguero fue que en el Aeropuerto Internacional de Punta Caucedo, además de la familia del primero, lo recibió su hermano Ernesto López Molina (Tico) acompañado de su gran amigo, el abogado Mario Jerez Cruz, camuflado de simpatizante del MPD, siendo en verdad un espía bajo las órdenes del coronel Johnny Abbes García. Jerez Cruz llegaría a ser la tercera figura emepedeísta en el mando de la agrupación. En otras palabras, el tirano, desde el mismo instante en que los líderes del MPD pisaron territorio dominicano, tenía el control de ellos. No obstante, López Molina y Ramos Peguero lograron desarrollar las actividades antitrujillistas de más envergadura de ese período final del despotismo.

Tantas actividades trascendentales realizaron, que antes de los dos meses le destruyeron su local ubicado en el barrio de Villa Francisca, y le asesinarían 84 simpatizantes conocidos, entre ellos al hermano de Miguelucho, Ramón Emilio. De los desconocidos, a Daniel Decena Carvajal lo mataron en la frontera, tratando de llegar a Haití para refugiarse en la casa de su abuelo, Alberto Decena. Ya para esta época,  Trujillo había perdido la ecuanimidad y la cordura. El 24 de junio le perpetró un atentado criminal a su opositor, el presidente venezolano Rómulo Betancourt, por lo que en agosto la Organización de Estados Americanos (OEA), sancionó al Estado dominicano con la rotura de relaciones diplomáticas y económicas. Después, como poseído por el demonio, viendo enemigos poderosos inexistentes, el 25 de noviembre cometió su última locura, y asesinó a las tres indefensas hermanas Mirabal y a su chofer, Rufino de la Cruz, cuando regresaban de visitar en la prisión de Puerto Plata a los maridos de ellas.

El complot que encabezaba Antonio de la Maza, para vengar el asesinato de su hermano Octavio, finalmente tuvo éxito la noche del 30 de mayo de 1961: Trujillo cayó en una emboscada que le tendieron en el kilómetro 9 de la avenida George Washington. Alejandro Paulino cuando terminó de escribir este capítulo se dijo «¡nunca más!», y «¡nunca más!» repetí yo al concluir este artículo.

Santo Domingo, 23 de marzo del 2021

El autor es Premio Nacional de Novela 2007.