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Hamlet Hermann narra la Guerrilla de Playa Caracoles en 1973

“Me entregué, Me capturaron”.

(Periódico última Hora, 4 de junio 1973)

Por Juan Bolívar Díaz

(Enviado Especial Ultima Hora)

“En interés de contribuir al esclarecimiento del capítulo político iniciado en Playa Caracoles el 2 de febrero pasado, ULTIMA HORA pública hoy esta extensa entrevista concedida por el sobreviviente de esa expedición,  ingeniero Hamlet Hermann, a nuestro reportero Juan Bolívar Díaz, enviado especialmente a México. La entrevista exclusiva se realizó en México la semana pasada, días antes de que Hermann viajara a Cuba, donde ahora se encuentra, junto con su familia.(1),

Hamlet Hermann, puedes decirnos cómo fue que se produjo tu apresamiento o entrega, allá en Villa Altagracia.

–Luego de la emboscada en que caímos en la noche del 21 de marzo, y de la cual sobrevivimos el compañero Claudio y yo, y quedamos separados en ese momento, yo me dirigí en dirección Sureste hacia Villa Altagracia, tratando de alcanzar una carretera para conseguir un vehículo, que era el plan original que habíamos trazado los cuatro que quedábamos.

Algunas de las armas capturadas a los guerrilleros de Caamaño

Después de yo pasarme aproximadamente dos días completos al borde de la carretera, tratando de localizar a alguna persona que tuviera más o menos la talla mía, para cambiar la ropa militar por una ropa civil, y al no conseguir esto, me decidí a alcanzar la ciudad de Villa Altagracia, donde a lo mejor eso me podría ser más fácil, y donde podría ya también con mayor facilidad, conseguir un vehículo.

Sucedió que llegando a Villa Altagracia, ocurrió un accidente automovilístico y eso aproveche yo para entrar en la ciudad porque las autoridades, los militares que estaban en la zona más bien se dedicaron a atender el choque.

Pasé  por un colmadito y compré un salchichón y unas galletas, porque en realidad habíamos pasado mucha hambre, me sentía muy débil y lo que en aquel momento yo consideraba como actos de audacia, podríamos decir, en realidad ahora me doy cuenta que una imprudencia, porque puedo recordar que una persona se preocupó mucho de mi apariencia. Yo iba con suéter de mangas largas y un pantalón verde olivo en muy malas condiciones, y unas botas que son muy raras de ver en el país. Llamaba la atención; además que la figura mía es algo rara, no solamente en esa zona, sino en el país, por la estatura mía. Y me da la impresión de que esa  persona fue que le comunicó a una oficina de guarda campestres que hay cerca del ingenio Catarey.

De manera que cuando yo  traté de salir de la ciudad de Villa Altagracia, confiando en algunas zonas oscuras que tenía el pueblo, pasé por el frente de una oficina de guarda campestres, donde aparentemente me estaban esperando y un grupo me llamó, me rodeó. Yo estaba desarmado y ellos estaban armados con escopetas, revólveres. Y esa fue—más o menos—la escena de mi captura por estos guarda campestres, no entrega como han dicho algunas personas, que con esto tratan de desacreditar la posición de un guerrillero. Y no solamente del guerrillero, sino del método de lucha mismo, muchos que se oponen al método y que no les interesa ni siquiera que eso se comente.

Ahí se dieron unas escenas bastantes simpáticas, porque cuando comenzaron a registrarme me quitaron el reloj y el dinero que llevaba. Y uno de ellos reparó que yo llevaba colgado en el cuello una bolsita de cuero y al acercarse a mí y levantar el suéter se asustó, y me preguntó si eso era un reguardo. Yo, con esperanza siempre de poderme escapar, y como era la brujería, fundamental para un guerrillero, le dije que sí, que era un reguardo. Y eso provocó que no solamente la brújula, sino el anillo matrimonial que también llevaba en el cuello, los tuvieras por tres días. Ni siquiera los soldados que me registraron se dieron cuenta que yo llevaba eso ahí, hasta que me tocó la oportunidad de trasladarme a la base de San Isidro, donde me dieron un baño, mejor dicho me di un baño, y eso fue el momento en que la brújula y el anillo, salieron a relucir.

Hamlet Hermann capturado y presentado a los periodistas en la zona de Villa Altagracia en 1973

Bueno, pues entonces me traspasan al comandante policial de Villa Altagracia, que estaba también ocupado del choque, y es quien me entrega. Este localiza un jeep manejado por un veterano de las Fuerzas Armadas y tomamos la carretera Duarte en dirección a Santo Domingo. Llegamos al control que tenía el Ejercito, en el kilómetro 40, y ahí se hizo entrega de mi persona a un capitán de la Fuerza Aérea, y ahí quedé en calidad de prisionero, en lo que llegaban los jefes militares.

El primero en llegar fue el que era el jefe de la Policía, general José Ernesto Cruz Brea. Supe que había gente disputándose quien me mataba a mi esa noche.

Pero parece que en ese momento primó más lo político y se trató de conservar un prisionero político, antes que otro cadáver.

Hay varias cosas que yo puedo referir, porque las conozco, porque viví la situación, y otras porque me enteré posteriormente, como esa que acabo de mencionar. No hay que sorprenderse que muchas veces yo me refiera a cosas que podía conocer en el momento que sucede, sino posteriormente.

–Cómo fueron los interrogatorios?

–La misma noche de mi captura se me traslada como un buen saco de papas—o de carne diría yo, con muchos huesos—en un jeep hasta la comandancia que tenían en los Mogotes, y allá se me hace un interrogatorio, por un grupo de generales, encabezado por el secretario de las Fuerzas Armadas. Está el general Pérez y Pérez, el general Beauchamps, Ramiro Matos, Frank Amiama, el comodoro, y ahí me hacen un interrogatorio en el cual básicamente se trata de implicar a la revolución cubana, al Partido Revolucionario Dominicano y a la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Ese interrogatorio acaba como a la 1:00 de la madrugada.

–¿Y a qué hora había comenzado?

–Bueno, yo no tenía una noción clara del tiempo en ese momento, de la hora, pero supongo que fue a eso de las ocho y media. Se reunió una cantidad de militares para hacer ese interrogatorio, se veía que eran de diferentes departamentos. Había uno que luego lo vi, y que era del Departamento Nacional de Investigaciones, al cual se le preguntaba si tenía alguna otra cosas que preguntarme y cosas como esa.

En los Mogotes yo permanezco hasta el 27, martes, cuando se me traslada en helicóptero a la base aérea de San Isidro. Allí se desalojó un edificio completo, que era donde estaba la cárcel, para alojarme a mí.  Y en él se preparó una habitación amplia a la cual se le taparon con clavos todas las ventanas y la puerta, para tratar de evitar que yo viera hacia afuera y me vieran a mí, aun los propios militares que estaban ahí. Por supuesto, en la celda hacía mucho calor y en los primeros momentos se me mantenía esposado en la celda y durmiendo en el suelo. Ya luego se entró una cama.

Empezaron los interrogatorios el día 28. Ese día fue un grupo de la Policía, del ministerio de las Fuerzas Armadas, del DNI, y me hicieron un interrogatorio en el cual yo mantenía las declaraciones que daba desde el principio. Prometo afirmar que Claudio Caamaño estaba muerto, porque yo veía que esa era la única forma que yo podría atenuar algo de la persecución contra Claudio. Y en ese momento nadie podía saberlo mejor que yo, de manera que si decía que estaba muerto, por lo menos sembraba la duda y eso favorecía al compañero que en estos momentos debía estar tratando de romper el cerco.

En esos interrogatorios, las preguntas venían copiadas, numeradas. Ellos lo que hacían era leerlas. En realidad—no sólo en ese interrogatorio—sino también en todos los otros, se reflejaba una ineptitud, una incapacidad de gente que iba a interrogar, pero no sabía siquiera sobre lo que iba a interrogar y muchas veces con dificultad para leer.

La prensa dominicana informó de la presencia de Caamaño dirigiendo la guerrilla

Tan es así que uno de los interrogadores, un teniente coronel de las Fuerzas Armadas, me preguntó en un momento quien es Vicentico Valdez. Y yo le digo con una sonrisa—no, no, es un cantante. Porque en realidad él estaba tratando de preguntarme por otra persona, pero él tenía problema hasta para leer. Y no sabía sobre lo que me iba a preguntar. De manera que había fundamentalmente una incapacidad tremenda en el personal interrogador, de lo cual yo trato de aprovecharme con una serie de preguntas que me hacen. En realidad, la leyenda que yo forjo alrededor de las preguntas que se me hacen, más bien constituye una burla ante ellos. Estoy seguro que cuando se lo lleven a sus analistas y superiores, se dan cuenta y les dicen: : Este se está burlando de ustedes”.

Entonces empieza ya la fase dura del interrogatorio, donde predomina, no tanto el maltrato físico, porque yo estaba en condiciones físicas muy malas.

–Pero hubo alguna vez maltrato físico, torturas?

–No, como torturas yo diría que no, torturas físicas. El maltrato es cuando mi captura, que a mí se me amarra de pies y manos y se me lleva tirado detrás de un carro, y luego se me tira del carro al suelo, y luego a la parte atrás de un jeep, y voy recibiendo lesiones y golpes. También la forma como se me cargaba. Yo estaba esposado a la espalda, y no trataron de cargarme entre tres o cuatro, sino por dos, uno por un brazo y otro por una pierna que me viraba el hombro, la cadera. Hay maltrato físico en ese momento.

Hay una cosa que tomar en cuenta, y es que nosotros por el tipo de entrenamiento que hemos recibido, y el tipo de vida que lleva el guerrillero, muchas cosa que para un ciudadano común son malos tratos, para nosotros no. Dormir en el suelo, pasar frio, pasar hambre. Para nosotros eso deja de ser maltrato. Ya hemos estado acostumbrados a eso. De manera que hay detalles que para otra persona podrían parecer malos, pero yo las paso por alto.

Pues en el interrogatorio posterior, luego acaba el primero, del día 28, recuerdo que era 30 de marzo, y en la noche, no puedo precisar la hora, entraron a mi celda unos militares, oficiales, clases, que me quitaron las esposas, que las tenía con las manos hacia adelante para me permitiera comer, y me las pusieron en la espalda y me llevaron a una habitación del mismo edificio de la cárcel donde me sentaron en un banquito del madera—yo diría que una caja vieja sin espaldar. Se me sentó frente a un farol, un reflector potente que estaba sobre un escritorio, donde se realizaban, ya de ahí en adelante, los interrogatorios.

Y se inició  un interrogatorio ese viernes 30 de marzo y acabó el domingo en la noche. Ese interrogatorio se realizó sin interrupción, en el cual yo no podía ni beber agua ni comer, ni recostarme, ni doblar el cuerpo, ni hacer mis necesidades fisiológicas. Estaba solamente con un calzoncillo puesto. Y en un momento, hubo que desamarrarme las piernas y se trató de ponerme unas esposas, pero las esposas no me servían en las piernas, a la altura de los tobillos, del grado de hinchazón que tenía yo en esa pierna. Se ve que el tanto tiempo en una posición, si eso no es maltrato físico, no hay maltrato físico en la vida. Lo que  se perseguía era la extenuación, la capitulación mía, no más bien por agotamiento físico, porque yo estaba muy débil, sino más bien se trataba de buscar como la ruptura de mi equilibrio memtal, que yo perdiera mi lucidez. Se diría que se puede usar para eso pentotal sódico, o cualquiera otra cosa, pero me da la impresión de que se temía aplicarme cualquier tipo de tortura física. Porque yo estaba en muy malas condiciones físicas. Incluso la comida que se comía, me hacía más  daño que bien. No me aprovechaba, me provocaba diarrea, intoxicación, porque mi organismo no estaba preparado para recibirlas.

Los guerrilleros de Playa Caracoles acampando en un lugar indeterminado de Cuba

–Te llevaron a la extenuación, entonces?

–Hay un momento en que empiezo a pensar, bueno, yo estoy llegando al límite de resistencia y también veo la incapacidad que mencionaba ahorita de mis  interrogadores. En ese interrogatorio, en ese, participaron 14 oficiales interrogadores. Se turnaban de dos en dos horas. O sea que siempre había un hombre fresco dispuesto a agarrar a Hamlet Hermann y empezar a hacerle preguntas, insistir y presionarlo. Y yo era el único que no me movía del mismo lugar.

–¿Y ese interrogativo qué objetivo perseguía?

–Bueno, como siempre, fundamentalmente, tratar de implicar a la revolución cubana, al Partido Revolucionario Dominicano y a la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Yo diría que, inclusive, en ese orden de prioridades.

–El documento que publican las Fuerzas Armadas es el resultado de la extenuación?

–Yo me decido en ese momento y me digo, bueno,  ciertamente si esta gente no está en condiciones de hacerme un interrogatorio, vamos a decir científicamente, yo me planteo ganar tiempo y luego romper ese camino que llevan. Ya yo me siento en el límite de mi resistencia y le digo que manden a llamar al ministro de las Fuerzas Armadas que yo le voy a dar unas declaraciones. Hablo con el ministro de las Fuerzas Armadas y él me dice que ellos lo que quieren es un documento en el cual se responsa más o menos el cuestionario que se me ha hecho. Yo le digo que sí, como no.  Más o menos deme sus ideas, mándeme una copia del formulario—interrogatorio, que yo voy a hacerlo más o menos así. Siempre con mi idea de ganar tiempo…

–Suspenden en ese entonces el interrogatorio…

–Sí, sí, sí. Y en esa misma noche se me consiguen dos servicios de filete con papas fritas, un litro de leche, o sea que ya se pasa a la etapa de, bueno conseguimos lo que queríamos, vamos a tratarlo bien. Pero resulta que esa carne me cae mal, vuelve y me hace daño. O sea que yo estaba en condiciones que no podía asimilar nada. Cada vez que ingería alimentos me hacía más daño. Y al otro día se buscó un médico, un médico de la Fuerza Aérea el cual me dio atención y me recomendó una dieta. Daba las instrucciones para que me trajeran la comida, más o menos con poca cantidad de proteínas, de manera que el organismo fuera asimilando más o menos los carbohidratos y luego ir ingiriendo proteínas, para que el organismo pudiera asimilar. También me dio unas pastillas para que ayudaran al organismo. Entonces, ahí es cuando yo me dispongo a hacer un  tipo de documento que no diga nada, y el que quiera malinterpretarlo, claro, siempre puede malinterpretarlo. Se puede malinterpretar lo que se quiera. De ahí sale ese documento que más o menos viene a ser terminado, bueno, los primeros días de abril. Cuando se publica ese documento es mucho tiempo después, o sea un mes después, se ve que se estaba buscando en el gobierno una coyuntura política que permitiera aprovechar ese documento, fundamentalmente contra el PRD, tratando de mostrar que tenía acuerdo con nosotros para la acción que se inició en Playa Caracoles. Me llevan esa copia, esos periódicos del día, donde sale el documento. Ya luego me llevan otro periódico, en el cual salen opiniones editoriales, más exactamente, yo creo que el documento sale publicado un día ocho, de mayo, creo, y me llevan periódicos del 9 y del 11. Antes de esos periódicos yo había tenido y tuve una incomunicación total. Yo no oía radio, yo no leía periódicos, nadie me conversaba nada. Los únicos que me conversaban eran los altos oficiales de las Fuerzas Armadas, tratando más bien de desmoralizarme. O sea me llevan noticias de que fulano dio una declaración en contra tuya, y entonces, pues, eso era lo que trataba de minar mi moral. Pero recibo esos ejemplares de periódicos del 9 y del 11, en los cuales veo editoriales de algunos periódicos, en los cuales se dice, como que no se dice nada. En otros se dice que habría que ver si Hamlet Hermann libre dice lo mismo que Hamlet Hermann prisionero. Veo una columna de un columnista de un periódico y dice unas palabras que yo pensé que el mensaje había llegado, de que lo que yo había intentado hacer, de que un lector sin apasionamiento, o sea también un profesional ecuánime pudiera darse cuenta de que ahí no se acusa a nadie ni se dice nada. Luego veo en esos periódicos también la declaración del compañero Toribio Peña Jáquez , que es en realidad la mejor interpretación a lo que yo trataba de hacer: algo para ganar tiempo, un documento que no dijera nada, solamente que se quisiera malinterpretar.

El cuerpo sin vida del Coronel Caamaño muerto en la zona donde operaba la guerrilla de Playa Caracoles

Entonces, yo me tranquilicé muchísimo, porque me di cuenta de que el mensaje había llegado.

Bien, en materia de guerra usted contra el enemigo usa todas las artimañas posibles para vencerlo. Pero luego surgieron opiniones interesadas y malintencionadas que francamente del sector que menos se esperaba salió, en el cual se trató de denigrar a mi persona y a la del compañero Toribio Peña Jáquez. Ya ahí lo que se está combatiendo dentro de la lucha es un espíritu de combate que tenía tradicionalmente nuestro pueblo y que ha tenido su mejor expresión en los últimos tiempos.

–Pero, en realidad, el documento salió tal y como tú lo escribiste. No queda duda de que no te agregaron absolutamente nada?.

–No, yo pude comprobar que no le agregaron absolutamente nada. Ahora, en aquella declaración que hace Toribio Peña Jáquez lo dice muy claro. Yo no digo en ningún momento que el PRD tenia acuerdo con nosotros, y no lo tenía…..

–¿No hay alusiones indirectas, tú las hiciste solamente para sacarle beneficios, para ganar tiempo a tus interrogadores? ¿Tú haces consciente alguna alusión?

–Yo sé que… Son alusiones que si se razonan un momentico y se imaginan la situación en que yo debo hacer eso; tú entiendes, se puede llegar a la conclusión de que eso se hace para combatir al enemigo y el que se considere aliado nuestro pues tiene que combatir al enemigo. Pero es que a veces encontramos dentro del campo del enemigo a quien consideramos muy alejado. O sea que yo hago una declaración sabiendo lo que estoy haciendo, pero tratando de dar siempre, para el buen entendedor, y para el que se imagine en qué condiciones fue hecho, de que no hay vínculos con el PRD. Ya le digo, fue una forma de combatir mía contra el enemigo.

–Ahora… ¿Qué tú quieres decir sobre eso para…vamos a decir, cerrar el capítulo referente sobre las implicaciones? ¿Hay alguna persona que realmente le faltó al movimiento guerrillero, un grupo, había conexión con algún grupo local?

–Nosotros somos plenamente responsables de todo lo ocurrido. O sea, nosotros adoptamos una acción, un plan y no pudimos llevarlo a su fin. No podemos acusar a nadie, solo a nosotros mismos de ser plenamente responsables de lo que se hizo. Sí  creemos que hemos cumplido con un deber y hemos mostrado al pueblo que a veces es necesario cierta dosis de sacrificio, de que nosotros vinimos conscientes de que nos podíamos morir todos. Es necesario cierta dosis de sacrificio para romper con una cierta rutina, con una cierta llamada estabilidad de equilibrio, todo eso entre comillas, que solamente le conviene a los que viven bien, no a los que pasan hambre.

Traslado de los que se creen eran los restos del Coronel Caamaño para darle cristiana sepultura

–Bien, Hamlet Hermann, siempre queda una duda. Tú dices que ustedes son plenamente responsables de todo lo que ocurrió, de todo el movimiento. Ahí es que está una de las dudas, uno de los elementos que hizo dudar en principio de la ocurrencia de la guerrilla fue precisamente el hecho de que no había contacto ninguno, aparentemente, con ninguna organización, con ningún movimiento de que no hubo manifiesto, de que llegaron sin dar ningún aviso, es decir, había dudas de si realmente existía la guerrilla, etc. Ese método que aparentemente era insólito, inusitado, y todo lo demás, conformaba realmente una táctica, como decía Claudio Caamaño, era audaz, pero cuales eran progresivamente los objetivos del movimiento?

–Nosotros contábamos con mantenernos un tiempo en la etapa de asentamiento de la guerrilla, en la cual nosotros, además de establecernos, hubiéramos ido conociendo el terreno y hubiéramos podido establecer contactos con el campesinado, y con sectores más bien suburbanos. De manera que la guerrilla pudiera ir creciendo, en cantidad y calidad, para a través de combates, en los cuales nosotros siempre pusiéramos las condiciones, escogiéramos el terreno y eligiéramos las condiciones del combate, poder ir creando una opinión que integrara a la lucha a la mayoría del pueblo dominicano.

–En esa etapa no contaban con acciones urbanas?

–No, nosotros no contábamos con acciones urbanas en ese momento.

–Pro hay una cosa que entra en contradicción, ¿por qué entonces ustedes no trataron de pasar desapercibidos mientras se asentaban, y por el contrario, no solo dejan el yate, sino que además ponen la firma de Caamaño, diciendo que están ahí?

–No, yo no creo que había contradicción, porque en ningún momento nosotros tratamos de pasar completamente desapercibidos, porque sabemos que cualquiera que desembarque en una costa dominicana para internarse en una montaña en la cual sea la lucha guerrillera favorable, tiene que ser notado, localizado.

Así que nosotros, esa idea de pasar completamente desapercibidos no la tuvimos nunca. Entonces todo eso es parte del plan, o sea, nosotros sabemos que la mejor forma de combatir al enemigo es aniquilándolo, o sea la mejor forma de preservarnos es combatiendo. En ningún momento nosotros pretendimos hacer una etapa de asentamiento escondiéndonos, sino combatiendo.

Porque es que el guerrillero, cuando se le persigue, y no combate, pues entonces el enemigo se envalentona, y te persigue y entonces no tiene temor, pero si sabe que cada vez que se mueva, y sigue una huella se va a encontrar con un combate y gente dispuesta y capaz de combatir, entonces no se nos persigue. Y eso lo pudimos comprobar nosotros en el tiempo que estuvimos en la loma. E inclusive cuando éramos 4 hombres y nos perseguían como jauría. Nosotros nos dábamos cuenta que cuando nos parábamos un momento y decidíamos combatir, inmediatamente la persecución cesaba por varios días. Eso no es un cuento.

–Hamlet, entonces ¿Cuáles son los factores que determinaron el fracaso, pese a todos los detalles con que fue concebido el programa?

–Hay varios factores, y entre ellos, el que la debilidad de nuestro grupo, tan pronto fuera golpeado, era muy sensible. El que nos eliminaran un hombre a nosotros, no es lo mismo que el Ejercito pierda diez ni pierda cien. Ahí se basa un nuevo aspecto en esa etapa de la lucha. Además, la situación de represión que se da en las ciudades, no permite que ningún sector de la ciudad, aunque nosotros no contáramos—vamos a decir planificadamente con él, sí sabíamos que habría una reacción espontánea, fundamentalmente del estudiantado, que es la masa más activa y que ha desarrollado más inquietudes, por los problemas sociales del pueblo; sabíamos que eso se iba a desarrollar.

Y tan pronto recibimos el golpe de la muerte del coronel Caamaño, y los otros compañeros, pues nos vemos reducidos sensiblemente, no solamente en número, sino en prestigio político, porque la figura del coronel Caamaño es una cosa respetable en el país.

Las cosas no salen como nosotros lo esperábamos, porque nuestra movilidad no se hace como la teníamos planificada por algunos inconvenientes que tuvimos. Hay cuestiones de detalles, de mecánica, que yo me podría sentar contigo en otra oportunidad con  unos mapas y decirte: mira, ésta fue la situación nuestra, por aquí nos desplazamos, y contábamos con esto y aparece esto. O sea, hay cosas que habría que ir ya a los detalles minuciosos, que nos impiden esa etapa de asentamiento.

La prensa dominicana informó sobre el desembarco guerrillero

–¿No hubo errores que cambiaran las perspectivas del grupo?

–Y quién no comete errores? Nosotros tenemos que haber cometido muchísimos errores y es tarea nuestra analizarlos. Porque nosotros tenemos que sacar las experiencias de esta acción.

–Según lo que se ha dicho, por uno de esos errores fue que cayó Caamaño el 16 de febrero, pues según se ha publicado llegaron ustedes a la audacia de atacar un camión  de guardias, lo que desató la persecución que terminaron con la muerte de su líder y otros dos compañeros. Eso, según analistas de la guerrilla, fue un suicidio. Fue cierto eso? ¿Cómo fue en realidad la batalla en que muere Caamaño, Lalane y Pérez Vargas?

–Lo primero es que a mí me gustaría ver a esos analistas en una loma con el fusil en la mano y con el Ejército atrás, para que entonces los análisis fueran más objetivos.  Porque eso de ponerse desde un escritorio a comentar qué es un error y qué no lo es, qué arma debe llevar éste o el otro, los que consideran que saben de cosas militares, o que pueden llamar a acciones nuestras un error. O sea, es muy cómodo, muy irresponsable, ponerse a estar criticando, sin siquiera haber tirado una piedra en un micro mitin, para llamarle así.

El día anterior a la muerte del coronel Caamaño, nosotros caemos en una embocada cerca de la carretera que va entre Constanza y San José de Ocoa. Pero, fíjate, hay un detalle—por ejemplo—sobre esas emboscadas que tiende el Ejército. Esto es haciendo un paréntesis. Y es que nosotros vimos embocada de dos, tres, cuatro, seis hombres. Sin embargo, nosotros pasamos por frente a una emboscada y  no se nos disparaba. Yo puedo citar….

–Pero, por qué no se les disparaba?

–Nosotros pudimos interpretar que era por temor a combatir con nosotros. Hay un sitio que se llama….No me acuerdo bien….en que nosotros pasamos, sentíamos toser a los soldados, que tenían que darse cuenta que nosotros íbamos por ahí, y no combatían. Hubo en otra, que llegaron a decir: “alto, si son guardias no tiren”, y nosotros, que no queríamos ser detectados en ese momento, nos tendemos en posición de combate, y los soldados que están en posición favorable, no nos disparan, y lo que hacen es que huyen y se retiran.

O sea, hay una situación particular de esas emboscadas, y en esa emboscada en que nosotros caemos, donde me entero luego que lo que hay es una ametralladora M-60, que tiene un poder de fuego tremendo, lo único que hace un soldado es disparar un tiro y lo tiró hacia arriba, seguro, porque a nadie hirió, y había un compañero que estaba a dos o tres metros, por lo menos.

El coronel Caamaño fue líder de la revolución de Abril de 1965

Era casi increíble que a esa distancia no se acierte un disparo. Es que a veces el temor los hacia huir y tirar hacia arriba. Ahí se origina un combate, porque nosotros, casualmente Claudio y yo, somos enviados por el coronel Caamaño a flanquear a esa emboscada, y lanzamos granadas, herimos a un par de soldados, que eso no lo informó nunca el ministerio de las Fuerzas Armadas. Y luego que los tenemos rodeados, yo le pido instrucciones al coronel Caamaño, para ver si aniquilamos la emboscada, porque Claudio y yo estábamos en condiciones de poder hacer. Y en ese momento, un teniente que está en la emboscada que nos tenían montada, llamó a un sargento e hizo pasar entre nosotros una cuadra de soldados; o sea los mandó al suicidio, y sin embargo, en esa oportunidad nosotros no disparamos, porque es que choca hacer un acto que en aquel momento hubiera sido un aniquilamiento total para una cuadra de hombres, vamos a decir siete u ocho. Tal como ocurrió con aquella patrulla que fue por San José de Ocoa, que nos alcanzó y se encontró con nosotros, y hablaron con el coronel Caamaño, quien les perdonó prácticamente la vida. Porque no nos interesaba hacer una masacre de dominicanos.

Luego de esa situación, nosotros damos una vuelta, un rodeo, para atravesar la carretera, y cuando estamos ahí sentimos algún movimiento de vehículo, y el camión al cual nosotros le hicimos la emboscada, aparece, y nosotros suponemos que viene lleno de soldados, y consideramos una buena acción en ese momento, el aniquilar un camión lleno de soldados. El camión venia solamente con cuatro hombres, los cuales fueron aniquilados, y tampoco fueron reportados por las Fuerzas Armadas como bajas, y nos da la impresión que esos fueron los que incluyeron como bajas en el combate del día siguiente donde cae el coronel Caamaño.

–Pero, las bajas fueron de heridos o muertos?

–Bueno, nosotros entendemos que fueron muertos. Si alguno quedó herido, fue gravemente herido, porque fue emboscada muy bien montada, en que había pocas posibilidades de salvación para cualquiera que estuviera en ese camión. Inclusive el camión cogió fuego, porque se le tiró con balas trazadoras, y eso provocó que se incendiara el camión.

–El camión quedó entero, como para que lo transportaran de regreso, como se informó?

–No, ese camión se incendió.

–El coronel Caamaño tomó parte en esa acción?

–Sí, como no, en esa emboscada participaron todos. Y de ahí nos desplazamos para la loma esa de Mono Mojao, que es donde nosotros acampamos. Y acampamos, vamos a decir, de una forma descuidada. Nosotros no adoptamos los principios que habíamos adoptado siempre, que practicábamos. Y es en esa situación que patrullas de las Fuerzas Armadas chocan con nosotros.

–Eso ya es el día 16 de febrero?

–Sí, eso viene siendo ese día a las once de la mañana exactamente. Yo me acuerdo de la hora, porque en ese momento Claudio me iba a llamar a mí para iniciar mi guardia de centinela. O sea, a mí me tocaba iniciar mi posta a las 11 de la mañana, justo en ese momento….

–Y a qué atribuyes que hubiese ese descuido, cuando el día anterior habían estado sometidos primero a una emboscada y después atacaron un camión de militares?, se supone que en las cercanías. Cómo  es posible que se descuidaran así?

–Eso fue un error nuestro. Un error nuestro, que consideramos que a esa distancia que nosotros habíamos recorrido, no podían llegar ellos en ese tiempo. Ahí nos equivocamos. Tenemos que admitir ese error. Y ahí se inicia ese combate en el cual, por lo menos en mi caso, bueno, y otros compañeros, casi todos, estábamos con las botas quitadas, cosa que teníamos como costumbre, porque es muy sano para los pies de un guerrillero, darle aire diariamente, quitándonos las botas, y así ayuda a que no se formen hongos, y además, las llagas que uno se hace, se curan más rápido. Así que eso nos coge a nosotros, casi a todos, sin las botas. Estamos en esa situación, Lalane y yo uno al lado del otro. Porque a mí se me había encargado, porque estaba herido en una pierna desde el primer combate. Yo tenía el encargo del coronel Caamaño de vigilar, no solamente por la seguridad, sino también por la salud del compañero Lalane.

Soldados de las Fuerzas Armadas Dominicana en búsqueda de los guerrilleros de Caamaño

Y se inicia ese combate, diría que un combate bastante unilateral, porque nos sorprende. Es poco lo que nosotros podemos hacer en esa situación y empiezan a caer granadas alrededor de nosotros. Entre Lalane y yo cayó una, que a mí me penetran varios fragmentos de los cuales todavía no ha sanado, a pesar del tiempo que hace. Pero hay una herida que ha venido molestándome desde entonces. Pero lesiona más a Lalane que a mí. Luego caen otras dos granadas a la izquierda mía, entre Claudio Caamaño, Payero y yo, y empieza una granizada, una lluvia de granadas y de disparos contra nosotros, y lo que hacemos es replegarnos. Claudio y yo somos los últimos hombres en retirarnos. Yo estaba a cargo de la retaguardia en la guerrilla, y cuando paso por el lado de Lalane, que ya se había arrastrado una parte, me lo encuentro muy mal herido, bañado en sangre.  Y me dedico a protegerlo y a tratar de que se retire, o sea arrastrarlo para que se vaya conmigo, y es cuando él me dice: “Fiero, –que era como nos decíamos–, vete, que yo estoy muy mal herido, sálvate tú. Entonces yo le digo que no. El coronel Caamaño está cerca de ahí a varios metros y me da la orden de que me retire hacia arriba y organice el resto de los compañeros. En ese momento yo le digo al coronel Caamaño que no; o sea, es una cosa que hay que imaginársela bajo tiros, bajo granadas, y esa conversación violenta, le digo yo que no, que quien debe retirarse es él, que es el jefe, y que yo soy el responsable de la retaguardia y que yo me ocupo de aguantar al enemigo. Insistió de una manera enérgica, él, que nos había inculcado a nosotros una gran disciplina. Y a mí la impresión que me da es que Caamaño lo que quiere es que se salvar él a Lalane. Porque es que se había creado entre Lalane y Caamaño una gran afinidad; se complementaban el uno al otro.

El coronel Caamaño había tenido un problema con el fusil. O sea, que lo más probable, según comentarios que hemos tenido entre nosotros mismos, entre los compañeros guerrilleros, es que él que estuviera en ese momento armando su fusil, limpiándolo. Y yo no me acuerdo haber oído disparos del AR-15 que él tenía. Uno se acostumbra al estar en combate, uno puede distinguir el tipo de armas; uno puede saber cuándo dispara un Fal, un M-16 o un AR-15; se puede distinguir claramente y yo no me acuerdo haber oído disparos del AR-15.

Ya luego que nos reunimos en la cima de la loma tomamos la decisión de esperar a los compañeros en un punto de reunión establecido y cuando nos desplazamos en el firme de la loma hacia otro punto, sentimos un jeep que atraviesa por un camino. Nosotros atravesamos el camino, y luego al cabo de un rato el jeep viene de vuelta. Ya sería ahí la una del día. El combate se inició a eso de las once. Y me acuerdo de que mientras estábamos emboscados al lado del camino, no pudimos ver el jeep, sino que oímos su motor y que se detiene a cierta distancia de nosotros. Se detiene y empieza una comunicación por radio. Y oímos que se dice: “A todas las águilas, (era algo como eso), tengo al caco mayor”, y entonces rectificó: “tengo al coco mayor y dos heridos”. Claudio me dice, –él estaba en otra posición más adelante que yo—que él oyó al coronel Caamaño hablando, que lo oyó y que como le dijeron que se metiera detrás del jeep. Yo eso no lo oí, pero es suficiente con que Claudio lo diga, que él lo oyó; fue así.

Nosotros nos quedamos emboscados en esa zona, y además que teníamos ya un cerco, se había montado un cerco contra nosotros para impedir la salida. Y a eso de la cuatro de la tarde, y eso sí lo puedo precisar, se oyó un enorme tiroteo. Y comentamos: deben haber matado a Román, lo están celebrando”.

Nosotros nos habíamos planteado rescatar a Román. Pero no sabíamos ni siquiera donde estaba el jeep bien ubicado. O sea, estamos en un monte y no sabíamos dónde estaba el jeep ni qué fuerzas lo estaban protegiendo, y también la comunicación fue rápida y se fue el jeep de ahí. Pero en ese momento lo comentamos, que habían matado a Román. Al otro día por radio lo pudimos confirmar. Y ese tiroteo como de celebración fue muy parecido a uno que hubo en Los Mogotes, cuando yo estaba prisionero y que se le dijo a la prensa que los militares estaban celebrando el fin de la guerrilla, y a mí se me informó, unos oficiales me informaron a mí, que era que varios soldados habían iniciado eso para crear una confusión y matarme. O sea, que por lo menos a mí, que viví esas dos situaciones, se me parecieron mucho. Y supongo que debieron de haber matado al coronel Caamaño, porque yo puedo casi asegurar que lo cogieron vivo antes de las cuatro de la tarde, o alrededor de las cuatro de la tarde de ese día.

–Entonces es probable que el arma de Caamaño se dañara en el momento en que iba a combatir?

–Nosotros habíamos conversado sobre una pieza que se le había oxidado y que impedía el disparo. Entonces él se la estaba reparando. Ahora ese fusil lo tiene el general Beauchamps Javier, porque la noche de mi captura él me lo mostraba; tu sabes de quien es este fusil?, me preguntaba. Él lo tiene, el general Beauchamps Javier, el fusil de Román. Si tú quieres le preguntas a él en qué condiciones encontró ese fusil. Ahora yo no recuerdo que se oyeran disparos del AR-15 y no sé en qué condiciones fue capturado el coronel Caamaño.

Soldados de las Fuerzas Armadas Dominicana en búsqueda de los guerrilleros de Caamaño

–La captura de Caamaño es lo que en definitiva da al traste con la guerrilla?

–Nosotros, luego de romper ese y otros cercos que se nos habían montado, más bien nos ocupamos de eludir la persecución y de tratar de ayudar al compañero Braulio, que venía en muy malas condiciones físicas. En ese momento, solo Claudio y yo somos los que estamos en buenas condiciones físicas para desarrollar las tareas más pesadas de (…) como la del macheteo, llevar más carga en la mochila, ayudar a cargar y amarrar a los compañeros, para bajarlos, por ejemplo, en una cañada, en un río, que habían grandes peñascos. Y más bien nos concentramos en el problema de Braulio, para llamarle así, que culmina con la muerte del compañero. Yo había dicho en una declaración que por inanición, después, consultando, hablando con un médico, y yo mismo me puse a leer algunos libros, y veo que no fue por inanición, sino falta de sal, una intoxicación acuosa, me dijo, perdida de electrolitos, eso es cuestión médica. Lo que le hace falta provoca una pérdida de lucidez mental, lo lleva a sufrir mareos, decaimientos, y eso hace que en el sitio en que nosotros lo dejamos, él, en uno de sus delirios y vahídos, trate de salir, se caiga, y se mate sobre las rocas.

–Pero, realmente al producirse esas tres primeras bajas, entre ellas la del jefe, qué impresión tienen ustedes, se dan cuenta de que la guerrilla ha recibido un golpe mortal?

–Sí, nosotros nos damos cuenta de que militar y políticamente hemos recibido un golpe demasiado duro, y tomamos, luego de la muerte de Braulio, la decisión de llegar hasta la ciudad y tratar de ver que se puede hacer en materia de combate en la misma ciudad. O sea, nos planteamos, no abandonar la lucha, sino bajar a la ciudad, tratar de buscar contactos, y continuar la lucha. Entonces, nos planteamos ya salir a la zona  urbana, y nos damos cuenta de que el enemigo lo sabe, y sabemos que nos van poniendo las emboscadas, los obstáculos en la dirección en que vamos caminando. O sea, tenemos que aceptar el reto, de para desplazarnos saber que nos vamos a encontrar con el enemigo y salir combatiendo. A veces nos desviábamos, o sea no seguíamos una línea recta, sino que nos íbamos desviando, evadiendo al enemigo. Pero sabemos que se había puesto el grueso de las fuerzas armadas contra nosotros para aniquilarnos. Intentamos salir.

–Y sobre la vida de Caamaño en esas dos semanas de vida en la montaña, qué podrías decirnos, cuál fue su estado de ánimo, su temperamento; se sentía optimista, o pesimista, sobre el futuro de esa acción tan audaz que él encabezaba?

El Coronel Caamaño y los guerrilleros expedicionarios de 1973

–Román fue siempre muy optimista. Y muy sensible; tenía una gran calidad humana. El encuentro con los campesinos, en los parajes, ahí en esas aldeas, o en una casa aislada, lo que le inspiraban era a combatir más por la liberación del pueblo. Veíamos la miseria del campesino, esa hambre, el frio que pasan esos infelices, desnudos en esas lomas. Y eso lo que hacía era indignarnos más a todos para continuar la lucha, y nos sentíamos más optimistas, porque veíamos más justificación en nuestra lucha. Y en Caamaño eso se veía más que en todo.

–Y qué impresión produjo en Caamaño y en ustedes las noticias que iban escuchando sobre las reacción del gobierno, la represión y el involucramiento del PRD en el desembarco guerrillero?

–Nosotros habíamos previsto algo como eso. Eso no era sorpresa para nadie. En una situación como esa el gobierno dominicano trataría de salir de sus enemigos, de aquellos que pudieran cooperar con la lucha armada, o aquellos que pudieran constituir un centro de agitación a favor de la situación en ese momento. O sea, que para nosotros no fue sorpresa. Sabíamos que iba a suceder en la medida que sucedió. Consideramos que estaba también dentro de los límites que nosotros habíamos previsto. Íbamos siguiendo las noticias diariamente porque teníamos radio receptor y lo escuchábamos por varias horas cada día tratando de mantenernos lo mejor informados posible.

–Claudio Caamaño decía que uno de los factores que produjo problemas al desembarco guerrillero fue que tú compraste un bote ligeramente más pequeño, lo que obligó a dividir en dos el desembarco y por consiguiente provocó el extravío de peña Jáquez. Cómo fue ese asunto. Cuáles esas dificultades?

–Dentro del plazo que nosotros teníamos y en el mercado en la zona donde yo estaba, no aparecía otra cosa mejor. Y había que elegir entre dos cosas: o sea, la irresponsabilidad; en aquel momento era de preparar, o sea tener un bote auxiliar para llegar a la misma playa. Tenía dos alternativas: o no conseguía ningún bote, o conseguía uno en que aunque no cupiéramos todos, pero pudiéramos hacerlo en dos viajes. Y esa fue la decisión que yo tomé, y la verdad es que hacerlo sin bote hubiese sido mucho más difícil. Porque aunque un grupo de nosotros llegó a nado, o sea los dos viajes no se dan en el bote.

–Pero el bote más pequeño originó la perdida de Peña  Jáquez, la primera baja, y ello provocó a su vez que se supiera antes del desembarco, ya que él se valió de unos pastores para llegar a Santo Domingo y probablemente ellos fueron quienes dieron las pistas… No te parece que o del bote fue un error grave?

–Bueno, nosotros tendríamos que irnos ahí hasta un principio elemental de filosofía, de lo que es la casualidad y la causalidad. O sea, las variantes, la dinámica como se llama en materia militar, cosas que suceden, que usted no las puede evitar. Si usted planificara perfectamente cualquier batalla y su enemigo lo hiciera también, entonces habría un empate. Pero usted sabe que no hay empate en la guerra. Siempre hay imponderables, y eso fue un imponderable. Situaciones de tensión; nosotros desembarcamos entre dos puestos militares. Y el punto de referencia, la recalada que nosotros hacemos con la Punta Salinas, que es una base de Calderas, o sea nosotros entramos por el sitio que se supone mejor custodiado por las fuerzas navales dominicanas. O sea, se vive una situación de tensión, y además nuestra travesía por el mar fue muy difícil, porque tuvimos que combatir dos temporales, y en una ocasión nos vimos al naufragar. No era una situación normal, era una situación de mucha excitación, de mucha tensión, y habíamos tenido muchos problemas.

–Sobre la acusación de agente de la CIA que te han hecho algunas personas, qué tienes que decirnos?

–No tengo que comentar nada. Eso no lo discuto.

–Bien Hamlet, para salir del país, se te puso alguna condición?

–Sí, la condición la puse yo. Cuando a mí se me planteó, bueno, en la prisión a mí se me planteaban muchas cosas, por supuesto se iban a tratar de una forma extraoficial. Llegaba un oficial superior de las Fuerzas Armadas que me iba a visitar, un general, un coronel, y de repente me dejaban caer ciertas ideas, que empezaron como: “qué te parece a ti si tú te ves con el Presidente Balaguer. No es que me hayan dicho que concerté una entrevista, pero yo podría arreglarla”. En esa forma de dejarte caer una idea, para que aparezca que no son ellos quienes la proponen. Que salga de ti.

Yo fui rechazando una tras otra; no solamente esa. Hubo inclusive quien habló de un contrato en ingeniería. “Tú sabes que tú eres un ingeniero y que a lo mejor te dan un contrato por ahí”…. Y llegó la de la deportación. Por supuesto, no se usaba la palabra deportación: “qué te parece salir del país, porque por tu seguridad, la vida tuya estaría en peligro. No por las fuerzas armadas por supuesto, sino por los otros que dicen que tú eres agente de la CIA, y esos serían los que te mataran”; o sea trataban de crear siempre la división.

Soldados en operaciones contra la guerrilla de Caamaño

Hasta se me habló de que te podemos ayudar en un cargo diplomático, en el cual no estarías sirviendo al gobierno sino que ayudarías al país en un cargo internacional. Se llegó a proponer todo eso. La decisión que yo tomé era la de aceptar la salida del país y le plantee al ministro de las Fuerzas Armadas que para yo salir de la Republica voluntariamente debía dársele el salvoconducto a Claudio Caamaño. Esa fue la condición.

Entonces se trató de eludir, argumentando que eran dos cosas diferentes. Entonces le dije, bueno, ustedes me pueden sacar cuando quieran del país, porque así como me trajeron amarrado en un helicóptero a la base aérea de San Isidro, me amarran y me meten en un avión de esos. Pero voluntariamente solamente salgo con esa condición. Por supuesto, no se me dio respuesta, sino que se iba a ver. Ya posteriormente se habló concretamente de mi salida del país, y luego supe que se había otorgado el salvoconducto a Claudio. 

Yo no creo que fuera por esa presión mía fundamentalmente la salida de Claudio. Yo creo que la salida nuestra del país responde a una coyuntura política, que el gobierno no es capaz de soportar en estos momentos. Yo creo que el gobierno no está en condiciones de aguantar la opinión pública lo que podría producir un juicio contra mi persona. No por mi persona, sino por lo que yo puedo representar.

–Y finalmente, en qué condiciones se produce tu salida del país, y cómo llegas a México, como asilado político, o como turista?

–Bueno, a mí me plantea salir del país hace ya más de dos semanas, pero eso se pospone, yo me supongo que sería por alguna razón política y se me aguarda todavía en el país; se consigue una visa, luego de muchos problemas, según supe, de turista, con el gobierno mexicano, lo cual me permite pasar 30 días en territorio mexicano. Dentro de ese tiempo, yo podría cambiar mi situación, considerarme como residente, pero eso tendría que solicitarlo aquí al ministerio de Gobernación.

Para el día de mí salida a mí se me dijo: tú puedes salir el domingo tres de junio. Se me habla de eso, ya antes se había dicho que era el Día de las Madres, pero el sábado 2, no me fue a visitar nadie, por lo que yo deduje que no saldría al día siguiente. Así que me acosté a dormir como todas las noches, y a las tres de la mañana se apareció el general Ramiro Matos y un capitán y otros oficiales del ministerio de las Fuerzas Armadas, los cuales habían venido con automóviles y con mis familiares. Entonces me sacaron de la base aérea de San Isidro en un automóvil escoltado por militares. Había un carro de escolta con armas largas, y  me llevaron hasta el aeropuerto, a lo que llaman el salón de Embajadores. Ahí me reuní con mis hijos y mi mujer—con mi esposa más respetuosamente–, y con mi madre, me hermano, mi tía. Después de pasar un rato ahí en lo que llegaba el avión, y se hacían los trámites, se me sacó en un vehículo directamente desde el salón de Embajadores hasta el borde del avión.

–El gobierno le dio algún tipo de ayuda a ti o a tu familia para el viaje?

–Cuando me estaba montando en el avión, se entregó un sobre que contenía dos mil dólares, moneda norteamericana, para mis gastos, como una ayuda del gobierno dominicano. Y hoy por la mañana, hoy lunes, llegué ayer domingo, voy a sacar un cheque a nombre del Tesorero Nacional para devolver ese dinero, pues no me interesa recibir ninguna ayuda del gobierno dominicano. Yo creo que tengo suficiente capacidad para sostener a mi familia. Y no estamos solos.

–Y cuales son los  planes inmediatos que tienes?

–Bueno, ahora mismo yo no te podría decir cuáles son mis planes inmediatos, porque saliendo de ese período de incomunicación total, más bien yo estoy chocando con la civilización. Voy a tomarme una pausa a ver qué ofertas puedo recibir, o qué invitaciones puedo recibir, a las cuales yo respondería de acuerdo a como se haga. Pero mi intención es estudiar toda situación u oferta que se produzca para definir el futuro mío y de mi familia. Siempre dentro del marco revolucionario.

(1) Entrevista concedida por Hamlet Alberto Hermann Pérez al periodista Juan Bolívar Díaz mientras se encontraba en la ciudad de México. La entrevista fue publicado en el periódico Ultima Hora en varias entregas entre los días 4 y 11 de junio de 1973.

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