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Acción Cultural: una sociedad político-cultural contra Trujillo

Por: Alejandro Paulino Ramos

Desde antes de la juramentación de Rafael L. Trujillo  en la presidencia de la República, que tuvo efecto el 16 de agosto de 1930, ya el jefe del Ejército apoyado por bandas paramilitares que les eran incondicionales, había proyectado la forma de gobierno a instaurar a través de políticas autoritarias apoyadas en el poder de las armas, el monopolio de la economía para uso personal, el control absoluto del Estado, la destrucción de los partidos políticos; creación de un partido único y la captación de los intelectuales. También la destrucción de asociaciones de la sociedad civil, y la formación de instituciones sociales, culturales, deportivas y literarias bajo su control.

Integración o resistencia

En ese ambiente, que se desarrolló conforme al interés del mandatario de gobernar indefinidamente, muchas instituciones entraron en crisis, clausurando sus actividades o acomodándose a los designios del dictador. Pero también, otras desarrollaron estrategias de sobrevivencia que les facilitaron seguir existiendo durante varios años, en una discreta resistencia difícil de mantener.

El Paladión fue centro de la unificación cultural

  Ejemplo de esto, la formula encontrada por las asociaciones político-literarias Atenea, El Paladión y Plus-Ultra, organizadas en los años veinte. Estas agrupaciones, junto a la que se conoció como Juventud Universitaria, aunaron recursos y membresía, para crear una nueva y única organización político-cultural, en sustitución de las anteriores, con el nombre de Acción Cultural, mientras que otras, como fue la Cruz Roja Dominicana, quedó totalmente bajo control oficial, y el Club Unión, el más importante representativo de los sectores pudientes de la capital, fue obligado a desaparecer.

El oscurantismo reinó durante la dictadura

De acuerdo a Joaquín Balaguer, que fue uno los dirigentes de Acción Cultural, y destacado funcionario en los treinta años de dictadura de Trujillo, durante ese período la “última reacción contra el oscurantismo reinante en esa época” fue la formación de una sociedad:

“creada por el vigoroso ensayista Manuel Arturo Peña Batlle, de la sociedad literaria que se denominó “Acción Cultural”, la cual, a pesar de su vida efímera, alcanzó gran resonancia con la organización de varios cursos académicos dictados en la Capital de la República (…).  La buena poesía, sin embargo, tuvo en medio de aquellas tinieblas, sus horas de desquite (…). Después de la desaparición de este grupo, el espíritu renovador que animaba a nuestra juventud, egresada o no de las aulas universitarias, se refugió en la capilla “La Cueva”, nombre con que se designó la residencia del poeta Rafael Américo Henríquez, cabeza principal de ese movimiento revolucionario, que aparentemente iba dirigido contra las normas tradicionales del verso clásico, pero que en realidad tendía a expresar el anhelo de toda una generación por la libertad y por la implantación de aires más claros en la vida dominicana”.[1]

Surgimiento de Acción Cultural

Aunque se tuvo a Manuel A. Peña Batlle como uno de los intelectuales más influyentes en el nacimiento de la institución juvenil, la propuesta para la creación de Acción Cultural fue iniciativa de  Martínez Conde y Julio González. Los integrantes del referido proyecto se reunieron en el edificio Baquero de la calle El Conde, la mañana  del domingo  10 de julio de 1931, a escasos meses de iniciado el gobierno de Trujillo; pero la formal fundación se efectuó el 28 de julio del mismo año.

En su primera directiva se encontraban Julio González Herrera como presidente; Manuel A. Peña Batlle vicepresidente; Cristián Lugo, secretario; Horacio Read, tesorero, y con Joaquín Balaguer, Gilberto Sánchez Lustrino, Manuel A. Amiama, y Pedro R. Batista como vocales.[2]   El anuncio formal de la creación de la identidad, tuvo lugar la mañana del domingo 30 de agosto, en el salón de actos de la Universidad de Santo Domingo, en la zona colonial, antes unos 70 intelectuales y escritores.

Acción Cultural en la calle Las Mercedes

El local de la entidad, en uno de los primeros edificios de la calle Las Mercedes, se mantuvo abierto por varios años, desde el  12 de octubre de 1931. Como está expresado en una crónica del periódico La Opinión, el acto de apertura “fue autentica manifestación de su valer, (…), escogiendo el 12 de octubre, la fecha magna del hecho imponderable. (…). La concurrencia no fue numerosa como son las concurrencias de los activos baratos, pero fue sí, en las ochenta y tantas personas que asistieron, una concurrencia verdaderamente selecta. Pocas damas, pero todas de significación. Hombres, todos de cartel en las letras dominicanas y entre ellos nuestras figuras más destacadas”.[3]

Principios sustentados por Acción Cultural

La sociedad juvenil Acción Cultural surgió con el interés de promover el desarrollo científico, artístico, cultural, y de las energías nacionales. Sus directivos entendían que las dificultades relacionadas con esos aspectos estaban vinculadas a la falta de especialización y conocimiento de las “cuestiones puramente dominicanas”; además de la falta de emulación de las capacidades intelectuales y artísticas. 

Por esa razón, el anuncio de la fundación estuvo acompañado de una declaratoria de principios, redactado por mandato de la directiva por Joaquín Balaguer, quien era uno de los principales de la institución. La declaratoria de principios fue discutida y aprobada por el conglomerado en asamblea del 28 de agosto de 1931, y en la que se plantea, entre otros aspectos, los  siguientes:

 “La cultura honda y especializada es, en estos tiempos, la base del adelanto y del bienestar de los pueblos; el verdadero progreso social debe estar fundado en el dominio de los problemas sociales y estos no pueden afrontarse con éxito, sino mediante el conocimiento profundo de todas las causas que los producen y el decidido empeño de resolverlos dentro del más amplio y elevado sentido de moralidad.

La cultura dominicana atraviesa por una etapa muy distante todavía del promedio de la cultura contemporánea universal. Nuestros métodos y sistemas científicos y artísticos son tan deficientes que no nos atreveríamos a decir que están llenando su cometido en el desenvolvimiento de nuestras energías nacionales. En nuestro concepto la causa principal de ese estado de cosas se debe a la falta de especialización en el estudio de cuestiones puramente dominicanas; a la falta de emulación en el cultivo de nuestra capacidad intelectual y artística y sobre todo a la falta de entusiasmo y al poco amor con que de una manera tradicional, se han recibido entre nosotros las manifestaciones de la cultura vernácula.

Convencidos de que solo  a las fuerzas espirituales de la juventud está reservada la acción necesaria al ensanchamiento, sistematización y especialización de nuestra cultura, de manera, que  pase a ser un elemento fecundo de engrandecimiento nacional; hemos creído conveniente fundar y hemos fundado una gran agrupación de jóvenes encaminada al cumplimiento de tales fines.

Esa agrupación que se denominara Acción Cultural, trabajará para crear entre nosotros la afición al estudio serio y metódico, para crear el afán de investigación, para crear la necesidad de ahondar en el conocimiento de las leyes de la naturaleza y de la sociedad, para depurar nuestro gusto artístico y crear una genuina expresión del arte nacional y para crear el hábito de apreciar y estimar nuestras cosas y nuestros valores, sin tener en cuenta el orden cultural y las condiciones en que se produzcan.

En el cumplimiento de ese propósito nuestra agrupación realizará, sin alardes ni egoísmos, todas aquellas diligencias que sean necesarias a la ejecución de un amplio programa de acción cultural, dándole a esta expresión su más extenso carácter científico y artístico”.[4]

Iniciativas de la Acción Cultural

Entre los planes elaborados por Acción Cultural, con el fin de cumplir con los objetivos propuestos, sus directivos decidieron aprobar un amplio programa de trabajo, con las siguientes iniciativas:

“a) Fundar una revista que llevará el nombre de la agrupación; b)  Promover la celebración de conferencias, conciertos, veladas, recitales, exposiciones y de cualesquiera otros actos de la misma naturaleza; la reedición de obras dominicanas de mérito reconocido y la publicación de obras, monografías, estudios, ensayos etc. inéditos, después de selección hecha por la directiva de la agrupación, para lo cual se tendrá preferencia por aquellos trabajos que provengan de los miembros de la asociación; c) Traer a Santo Domingo personas distinguidas en las ciencias o en las artes con fines de difusión cultural: d)  Promover el acercamiento de los centros científicos y artísticos dominicanos con los demás centros de su índole en el mundo y especialmente en América; e) Promover un noble y fecundo espíritu de emulación entre los intelectuales y los artistas dominicanos; f) Promover un adecuado orden de especialización en la cultura nacional; g) Crear cursos especiales y libres en aquellas disciplinas cuyo conocimiento profundizado considere la directiva de la agrupación, indispensable al auge de nuestra cultura; h) Crear una biblioteca de amplio carácter consultivo y dentro de las condiciones que exija el más avanzado concepto en la materia; i)  Realizar en sentido general todas las gestiones que consideran útiles al éxito del propósito de la agrupación que es el de ensanchar todo lo más posible los límites de la cultura dominicana”.

El liderazgo en Acción Cultural

El presidente Vásquez acompañado de Rafael L. Trujillo

Una información que ayuda a entender el proceso de fusión que lograron las  organizaciones culturales que le dieron vida a la Acción Cultural, es la nota publicada por el periódico La Opinión, del 31 de agosto de 1931, referida a las elecciones del bufete directivo, con la que se eligió a Manuel A. Peña Batlle como el segundo presidente que tuvo la entidad:

 “Antes de procederse a las elecciones, y como resultado de una iniciativa llevada a la Asamblea por el señor Rafael A. Peña (…), se resolvió dar de pie un voto de gratitud a los señores Lic. Julio González Herrera, y José Martínez Conde, por haber sido estos dos jóvenes intelectuales los autores principales de la iniciativa que ha culminado en la bella realidad que es ya hoy Acción Cultural. Celebrado el proceso electoral, ésta dio, sucesivamente el siguiente resultado: fue electo para la presidencia el Licenciado M. A. Peña Batlle, uno de los valores más auténticos y legítimamente destacados de la juventud de la Republica, escritor, abogado e historiógrafo de renombre, antiguo presidente de “Plus Ultra”, que tanto brillo tuvo por los años 1921 y 1922 en esta ciudad (…); para la vicepresidencia, el señor Licenciado Julio González Herrera, abogado y escritor: para Secretario de correspondencia, el señor Cristian Lugo, uno de los elementos más dinámicos de los antiguos Paladión, hoy refundido, como Plus Ultra y Atenea en Acción Cultural y para secretario de actas, el señor Guido Despradel Batista, en representativo de la Juventud Universitaria y para tesorero, el doctor Horacio Read, escritor y literato de mérito”,[5] también de El Paladión.

Entre los presentes en la asamblea constitutiva sobresalieron, al ser electos “socios directivos de núcleos”: Jesús María Troncoso, Viriato A. Fiallo, Colombino Henríquez, Juan José Llovet, Luis E. Mena, Enrique de Marchena hijo, Manuel A. Amiama, Ramón Lugo Lovatón, José E. Aybar, Arturo Pellerano Alfau, Gilberto Sánchez Lustrino, Ulises Domínguez, Indalecio Rodríguez, y Julio A. Cuello.[6]

El periódico Listín Diario destacó el evento con un amplio reportaje, bajo el título “La Acción Cultural tuvo una concurrida asamblea y eligió su directiva”:

“Con muy nutrida concurrencia se efectuó ayer en la mañana, en el salón de actos de la Universidad Nacional, la Asamblea por la cual la prestante asociación “Acción Cultural”, procedió a la elección de su bufete directivo de una manera definitiva. (…). La asamblea votó solemnemente, y de un modo unánime, un expresivo voto de gratitud, para sus miembros iniciadores, el Presidente de la Directiva Provisional, Lic. Julio González Herrera, abogado que ha sido un factor importantísimo para la  formación de seste simpático grupo (…), y el señor José Martínez Conde, distinguido periodista, que con el Lic. González Herrera, fue también el iniciador de la Acción Cultural.[7]

Manuel A. Peña Batlle presidente de Acción Cultural en 1934.

Actividades  frecuentes en Acción Cultural

En cuanto a las actividades científicas, culturales y literarias que la asociación realizaba periódicamente, se pueden destacar las conferencias pronunciadas en el local de la asociación, entre las que sobresalió la del diputado a la Constituyente española José Marcial Dorado, quien habló sobre “el verdadero sentido psicológico del movimiento de transformación en que se debate la nación progenitora”. [8]

Interesante, por el enfoque del momento que se estaba viviendo desde principios del siglo XX en la cultura nacional, resultó la propuesta para la creación de un teatro nacional: 

“Nos han sorprendido los ochenta y siete años que hemos vivido de República (sin contar los del eclipse parcial de nuestra Independencia) jugando a Democracia; jugando con candela; jugando a “quítate tú para ponerme yo”; en medio de una epilepsia colectiva, que biológicamente se nos muestra hoy, con la suma enorme de muchos seres inútiles; victimas del morbo de sus progenitores; los unos desequilibrados enteramente, y los más bajo la presión de una sobreexcitación nerviosa que ni los deja vivir en paz con ellos mismos, y “pone los pelos de punta” a quienes se ven obligados a tratarles de cerca en sus relaciones de familia.

Mucha gente mal humorada; mucha gente, díscola; mucha gente con el alma atrofiada para dar albergue a los sentimientos nobles y generosos; situación que se corresponde exactamente, con un proceso grave de honda Biología, que, dentro de las leyes de la Psiquiatría, se manifiesta en todos los órdenes de las actividades sociales, en grupos gemelos que odian la luz; odian el agua; odian las flores; odian la música, porque no saben amar ni celebrar ni anímicamente a nadie ni a nada. Y es precisamente contra esta perversión de los sentidos, contra la cual tendrá que librar “la Acción Cultural” nuestra sus más cívicas campañas; sirviendo de ejemplo viviente los dignos miembros de tan patriótica institución, en su vida de relaciones para con los demás. De ahí la gran necesidad de edificar (cuanto antes) el Teatro Nacional entre nosotros como obra de Acción Cultural, reconstructora, edificante y de alta Escuela. La sociedad de la Acción Cultural y el Teatro Nacional. Alas al Porvenir”.[9]

Entre las actividades, con  amplias repercusiones, debemos destacar el  “Curso libre de Historia Colonial”, impartido por el historiador Américo Lugo,  y la participación del profesor  Viriato A. Fiallo y de Gilberto Sánchez Lustrino como delegados al VII Congreso Científico efectuado en la ciudad de México, el 5 de febrero de 1932. Por igual, la positiva acogida a la constitución del “Comité Hispano-Dominicano de Cultura”, en diciembre de 1931.

Muy  aplaudido “un curso libre sobre la literatura inglesa”, impartido por Pedro Henríquez Ureña. Otros que también dictaron conferencias fueron Georges Perrot, encargado de negocios de Francia en República Dominicana, Enrique Jiménez, Rafael Augusto Sánchez, Antinoe Fiallo, López Penha, Pedro Troncoso Sánchez, Julio Cuello, Fray Cipriano de Utrera, Máximo Coiscou, Luis A. Machado, Viriato A. Fiallo, Manuel A. Amiama, Luis Valdez, Manuel A. Peña Batlle, y Gilberto Sánchez Lustrino,  

Juramentación de Rafael L. Trujillo como presidente y Rafael Estrella Ureña como vicepresidente de la República, 1930.

Luchando por controlar la Acción Cultural

La primera crisis significativa de Acción Cultural[10] se manifestó el 2 de septiembre de 1932, cuando un grupo de intelectuales presentó su renuncia a la postulación de la Junta Superior Directiva.

El sector trujillista dentro de la entidad, se preparaba para asaltar y tomar la directiva, lo que llevó a Gilberto Sánchez Lustrino, Viriato A. Fiallo, L. A. Machado González y Carlos Larrazabal Blanco a tomar la decisión de renunciar como candidatos y explicar que “esta determinación nuestra la ha provocado la circunstancia de que se le haya dado al proceso eleccionario un carácter que nunca estuvo en nuestra intención mantener”.[11] Los renunciantes dejaron formada la Acción Cívica Dominicana.

El control oficial de las sociedades literarias

El movimiento cultural en el primer cuatrienio de la dictadura se centró en la palabra Acción. Fueron coincidentes las creaciones de la Acción Feminista Dominicana, la Acción Cultural, y la Acción Cívica Dominicana.

Llama la atención, que semanas antes de la formación de la Acción Cultural ya se había formado la Acción Feminista Dominicana, vinculada muy pronto a los intereses sociales trujillistas. También, en el mes de agosto fue constituido el Ateneo Dominicano, dirigida por Enrique Henríquez, M. de J. Troncoso, P. E. de Marchena, Francisco J. Peynado, Max Henríquez Ureña, Eduardo Soler. Armando Rodríguez, Felipe Vicini y Juan Tomás Mejía, algunos de ellos vinculados al proyecto político del presidente Trujillo, quien[12] estuvo presente en el acto fundacional de esa institución.

En septiembre de 1933 ya la Acción Cultural daba muestras de tener a su interior una lucha relacionada con el afán de los seguidores de la dictadura por lograr su control, lo que aparece reflejado en una crónica de la revista Bahoruco, en la que se llama la atención sobre la parálisis que afectaba la asociación:

 “No sabemos qué le pasa a “Acción Cultural”. Aquellos éxitos iniciales han ido desapareciendo inexplicablemente. Muy de cuando en cuando da señales de vida con un acto de cultura; pero el público se muestra remiso y no acude a sus salones. El sábado en la noche pudo haberlo aprovechado para comprobar que no hay divorcio entre el público y ella, ya que dictaba una conferencia un distinguido escritor dominicano; sin embargo, sólo unos cuantos asistieron al acto. (…). Desde mi punto de vista, fue un fracaso para “Acción Cultural”, la noche del sábado.”[13]

La población, ante la represión desatada por el régimen contra los opositores, estaba sobrecogida por el miedo, mientras que los directivos de la Acción Cultural buscaban la forma de evitar la represión, como sucedió con Rafael A. Peña, que era uno de los socios fundadores, quien se vio obligado a enviar una carta al periódico La Opinión, para desmentir que él había pronunciado un discurso revolucionario en un acto de la agrupación, como lo había indicado uno de los redactores del periódico, lo que—decía Rafael A. Peña—, podía crearle inconvenientes con las autoridades.

Joaquín Balaguer, uno de los fundadores de Acción Cultural promoviendo la reelección de Trujillo en 1934.

Al parecer, la Acción Cultural cesó en sus actividades a principios de 1934, año de intensa campaña electoral con la que el mandatario Rafael L. Trujillo, logró  imponer su reelección a la presidencia de la República, lo que produjo un inusitado éxodo de políticos, intelectuales y profesionales al extranjero, mientras otros fueron apresados y acusados de actividades anti trujillistas, o se integraron al Partido Dominicano para evadir la represión. Las organizaciones culturales, como sucedió con los Amantes de la Luz en Santiago, cerraron sus puertas para evitar ser víctimas de la política represiva de Trujillo.

Como lo escribió Juan Isidro Jimenes Grullón en un escrito que tituló “Reflexiones sobre la desorientación intelectual”, la imposición de la dictadura sobre la cultura y la sociedad en su conjunto, exigía a los intelectuales adaptarse para resistir: “Adaptarse. No entregarse. Se adapta el que aprende y trata de encender la chispa del progreso”,[14] pero eso no fue posible desde una óptica contraria al régimen. La adaptación obligada fue, en sentido general, la integración a la dictadura y por lo general, cesar en toda iniciativa de oposición.

Los que no lo hicieron así, optaron por abandonar el país, o cuando no, se paralizaron y refugiaron detrás de las cuatro paredes de sus hogares, a la espera de un milagro o de una acción liberadora, que solo fue posible treinta años después con la muerte del tirano, el 30 de mayo de 1961.


[1] Joaquín Balaguer, Memoria de un cortesano de la Era de Trujillo. Santo Domingo, Editora Corripio, 1988, p.88.

[2] La Opinión, 29 julio 1931.

[3] “Con un acto de alta cultura “Acción Cultural” inauguró anoche su magnífico local”. Periódico La Opinión, 13 de octubre de 1931.

[4]  “Importante declaración de principios de “Acción Cultural”. La Opinión, 13 de agosto 1931.

[5] “Las elecciones de ayer en Acción Cultural”. La Opinión, 31 de agosto de 1931.

[6] Véase a Alejandro Paulino Ramos, El Paladión; de la ocupación militar norteamericana a la dictadura de Trujillo. Santo Domingo, AGN, 2010, pp. 77-78.

[7] Listín Diario, 31 de agosto de 1931.

[8] “La conferencia dictada anoche”. Listín Diario, 6 de noviembre 1931.

[9] Listín Diario, 30 de noviembre 1931.

[10] Véase Alejandro Paulino Ramos, El Paladión, p. 73

[11]  Parte de lo relativo a la sociedad literaria Acción Cultural fue tomado de la recopilación de recortes periódicos hecha por los estudiantes de Intec, de la asignatura Historia Social Dominicana II, que imparte el Prof. Antinoe Fiallo Billini. Los estudiantes responsables fueron: Ilonka Castillo, Miguelina Franco, Leandro A. Lebrón y Francisco J. Ramírez.

[12]  Bahoruco, No.53, 15 de Agosto de 1931.

[13]  Bahoruco, No.16, 9 de septiembre de 1933.

[14] Juan Isidro Jimenes Grullón, “Reflexiones sobre la desorientación intelectual”. Santo Domingo, Analectas, Vol. 5, Núm. 2, del 8 de julio 1934.

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